martes, 3 de julio de 2007

AMOR DE LABIOS ROJOS

En este año se cumple un cuarto de siglo de aquella pequeña pesadilla húmeda y viscosa que se llamó Blade Runner. La creación de Scott fue un mal sueño que, no obstante, se quedó bastante corto: los neones fantasmagóricos y asexuados, las máscaras de hombres y mujeres orientales de cuerpo innecesario, el vaho del más allá brotando de la acera, la lluvia interminable que ensucia cuanto anega. Mirar por la ventana. Imágenes de un mundo que, lejano, está a la vuelta de la esquina. Achtung, baby. De Blade Runner nos quedó en la retina el miedo al tal vez, la incertidumbre, que naturalmente es el peor de los miedos conocidos.
Pero Scott nos regaló también el indescriptible sabor de una historia de amor en que todo es al revés, como sólo en una auténtica historia de amor puede ocurrir. El hombre, que por humano es más inteligente, y por tanto más débil, sucumbe ante la perfección plastificada de la nívea replicante. Se invierten los papeles: el hombre no domina, pues, la situación, sino que es dominado por los labios rojos impecables, eternos, de la bella. En la versión del director -la versión que no se difundió en las salas- la replicante se humaniza y siente, y el amor pasa del deseo intacto a la mutua vibración; por eso me gusta menos: porque no me la creo. Pero qué maravillosos labios rojos.

10 comentarios:

JML dijo...

Mi añorada Ana:

Ya sé que la mía es una peculiar manera de no estar, pero entre mis excursiones también están los paraísos virtuales de tu escritura. Amor de labios rojos es el que yo tengo por estas brevedades que me veo impelido a leer a matacaballo, pero que luego mastico lentamente y degusto con fruición. Como ves, me voy, me voy... y aún me estoy yendo. La tecnología tiene estas cosas: el vacío es un lugar que está en todas partes.

Saludos desde el No man's land

Anónimo dijo...

Sabes, querido Perdedor, que la adicción es mutua... Un beso que llegue, aun sin pasaporte, a esa tierra perdida, que transite ese sendero que media entre tu puerta y ninguna parte.

Filisteum dijo...

En Blade Runner el mayor amor que yo vi fue el del replicante a la vida.

Porque aquel superhombre, aquel sí, amabala Eternidad como un párrafo encendido de Zaratustra.

besos

Luis López dijo...

Vale, me has convencido, volveré a ver Blade Runner. Aunque... no sé.

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Adorada,
lamento disentir, pero es que yo nunca he podido con Blade Runner. No sé si fui yo, la fotografía, el guión o la comodidad de la butaca, pero no tengo elementos de juicio, porque nunca he durado ni dos asaltos. Ya sé que es de culto, y hasta conozco el parloteo de "he visto cosas que vosotros no podéis ni imaginar", pero es que no he podido nunca con ella. Ni con esta ni con 2001, Odisea...
Ahora, lo de los labios rojos, igual me anima...
Un abrazo.

uminuscula dijo...

¿De verdad no es posible ese salto de deseo intacto a la mutua vibración?


Suena tan bien.


Holita. ;)

Regresé.
Espero que estés bien.

Anónimo dijo...

Mi querido Javier: No eres el único, conozco varios amigos a quienes Blade Runner "como que no". A mí la verdad es que me gustó siempre, del mismo modo que nunca me ha convencido Kubrick, qué se le va a hacer. Lo mejor de 2001 era Ligeti, que hizo muy bien en emplumarle judicialmente por utilizar su Réquiem sin permiso. Pero Blade Runner... es especial. Y la música. Mírala sin aversión, hombre. Y los labios rojos de la replicante, que de verdad que están muy bien ;))) Beso grande.

C.C.Buxter dijo...

Una gran película, con un monólogo final tan célebre que cuando se reproduce ya no hace falta ni citar la fuente.

Lástima, ay, que Ridley Scott hiciera luego "Black Hawk derribado" o "Hannibal"...

Anónimo dijo...

Qué razón tienes, amigo Buxter. Parece que no es fácil envejecer con dignidad... Un abrazo.

Filisteum dijo...

A lo mejor las hizo porque a partir de ciertas obras uno ya puede envjecer como le dé la gana :-)))