domingo, 31 de enero de 2010

TABLAS DE LA LEY

¿Son rojas las rosas en la oscuridad? En la sentencia inquietante de Wittgenstein alienta una intuición cautelosa y escéptica. Tal vez cuando la luz se apaga las máscaras del día caen al suelo, dejando al descubierto los muñones del miedo. En la oscuridad las rosas no son rojas; tal vez ni siquiera sean rosas, sino cuchillas aleves de afeitar.
Que el hombre es un lobo para el hombre se sabe desde el principio de los tiempos, que es como decir que se sabe antes del verbo. La historia del lenguaje arranca en el deseo de encubrir esa ecuación y algunas otras traiciones similares que viajan en el equipaje humano. Con palabras se ha tejido el velo que, en la seducción artera de su trama, ha encapsulado en su belleza la mentira. Es el velo que cubre a una rosa de rojo terciopelo o que rodea de inocencia la blancura de una banda.
Somos criaturas frágiles, sometidas al dolor de la ficción, a su alumbramiento y posterior ejecución. Como una suerte de genésico mandato divino, “engañarás con dolor” es el designio verdadero con que se nos expulsó del Paraíso, llevándonos tan sólo los ojos bien abiertos y un cálamo en las manos. Así lo muestra Das weisse Band, la última cinta de Michael Haneke, que ha logrado turbarme en esta noche y que trata sobre el tortuoso aprendizaje y asunción del complejo mecanismo de la mentira original. La cinta blanca con que se ciñe a los pequeños para recordarles la pureza es en realidad un trasunto de la serpiente maléfica, y su candidez es el veneno que les lacera a la vez que les insufla la licencia para dañar con propiedad.
El mundo adulto está inmerso en el terror, pero en un terror civilizado, comm’il faut: el espanto se desnuda en el silencio de la noche para revestirse al alba con el ropaje de la apacibilidad. En el microcosmos infantil el terror es un juego sin reglas, más próximo al no man´s land de la intuición y del ámbito macabro de los sueños. En la transición de uno a otro, en ese rito de paso que implica cruzar un puente de lamas podridas entre dos orillas infectas por igual, radica el reconocimiento de la comunidad exiliada y la bienvenida al rebaño pervertido por las tablas de la ley.

domingo, 24 de enero de 2010

CENTRO DE LA TIERRA

Para el amigo que viajó al corazón mismo de la Tierra

Bajo un sol de esparto se ovilla el silencio.
Entre mis labios se deshila
la perfección rasgada del encaje
de la blusa de arena de los días.
He asistido a los trinos de la luz,
a la sombra de las simas. He visto
todo cuanto un hombre debe ver:
mi miserable arcilla,
y su origen,
que fue el miedo.
Los huesos de los primeros hombres
comparten con los de hoy el terror en su adn.
No hay otra herencia más allá del terror y los deseos.
Todo es leve aquí, todo es leve pero grave.
Los pasos no resuenan cuando la tierra tiembla,
cuando gime con la suave carnosidad de una cereza.
Cereza sangre lengua roja lava.
Cereza rosetón de fuego orfebre:
un ojo insomne en el rostro de la sumergida catedral.
No es nadie Claude en este páramo donde un reloj es una línea que no acaba.
Lo pienso ante el fulgor del polvo y su liturgia,
lo pienso como quien palpa un rosario para acallar la sed, el desconcierto,
los mensajes de la cal, sus caballos perfilados por la mano de albayalde:
la perfidia de ese dios que no existe pero escribe
impasible palabras de desdén hacia su pueblo.

martes, 5 de enero de 2010

APUNTES DE LECTURA (I)

Hans Castorp, el protagonista de La Montaña Mágica, descubre en el cadáver de su primo, Joachim Ziemssen, una sonrisa. Después de invertir siete años de su vida en el sanatorio Berghof -siete años que comenzaron como una breve estancia de apenas tres semanas-, Castorp se lleva tan sólo en su maleta esa sonrisa helada. Como un salvoconducto o un billete de tren hacia el vacío, la sonrisa de Ziemssen es una suerte de amuleto, un acto hereje, una victoria como la de la bruja cuyo cuerpo inocente es devuelto inerte por las aguas. También es un trazo insomne de caligrafía, un reto, un surco cuya herida no restañan ni los copos de la nieve en la mudez de su caída.