Animales breves que se desperezan. Los elegantes grafemas alumbrados por Claude Garamond para la imprenta real de Francia ("Les Grecs du Roi", como detalla Juan Manuel Macías en su hermosa bitácora) semejan cuerpos elásticos poseídos por una voluptuosidad bizantina, por esa etérea levedad de que se vanagloriaba la dignidad imperial en el Oriente al saberse atisbada tan sólo tras un velo. La carne y el misterio cohabitan en esa danza tan sacra como mallarmeana del noir sur le blanc. La anakalypsis o retirada del velo significaría el desgarro insolente del hechizo, la mancilla del virginal atavismo escriturario.
La caligrafía es una historia que se fragua entre las miasmas del tiempo, es una vida con desvanes atestados de cadáveres y también de brotes promisorios; es un jardín de senderos que se bifurcan en el que siempre se remansa la duda de la elección, de la posibilidad no consumada; es la lenta circulación de la sangre en las manos del divino escriba; es la savia absorbida con dolor por el papel desde el rasgueo punzante del cálamo asesino. La caligrafía puede ser también un presente, un regalo cuidadosamente demorado para suscitar en el otro, a quien amamos, un instante sin respiración ni arena, una espera ritual que se quiebra sólo en la lectura de una dedicatoria manuscrita en la primera página de nieve de un libro de poemas. En esos trazos equívocos se encuentra el alma trémula de la escritura, la refutación de la caverna... o su vindicación, tal vez: el derecho a la sombra y al sueño, al engaño y al error.
La minuciosa ságoma con que se encauzan las masas y lo particular se execra ha promovido un edicto de muerte en letras de molde contra la insurrecta escritura manual. La caligrafía es un animal herido con sentencia de ejecución al acecho. La letra acuñada y envasada siempre ha estado de la parte del poder y de la ley, en contra de la otra, la manuscrita, la de las cartas de amor o los poemas desbaratados, la encubridora de secretos, la no siempre legible, la, por ello mismo, libre. De ese singular combate entre la Muerte y la Doncella que Verlaine no supo resolver, emerge la blanca mano tejedora que con pluma garabatea la encendida arenga de su réquiem, su victoria de tinta conquistada como el fuego irreductible de los dioses.
La caligrafía es una historia que se fragua entre las miasmas del tiempo, es una vida con desvanes atestados de cadáveres y también de brotes promisorios; es un jardín de senderos que se bifurcan en el que siempre se remansa la duda de la elección, de la posibilidad no consumada; es la lenta circulación de la sangre en las manos del divino escriba; es la savia absorbida con dolor por el papel desde el rasgueo punzante del cálamo asesino. La caligrafía puede ser también un presente, un regalo cuidadosamente demorado para suscitar en el otro, a quien amamos, un instante sin respiración ni arena, una espera ritual que se quiebra sólo en la lectura de una dedicatoria manuscrita en la primera página de nieve de un libro de poemas. En esos trazos equívocos se encuentra el alma trémula de la escritura, la refutación de la caverna... o su vindicación, tal vez: el derecho a la sombra y al sueño, al engaño y al error.
La minuciosa ságoma con que se encauzan las masas y lo particular se execra ha promovido un edicto de muerte en letras de molde contra la insurrecta escritura manual. La caligrafía es un animal herido con sentencia de ejecución al acecho. La letra acuñada y envasada siempre ha estado de la parte del poder y de la ley, en contra de la otra, la manuscrita, la de las cartas de amor o los poemas desbaratados, la encubridora de secretos, la no siempre legible, la, por ello mismo, libre. De ese singular combate entre la Muerte y la Doncella que Verlaine no supo resolver, emerge la blanca mano tejedora que con pluma garabatea la encendida arenga de su réquiem, su victoria de tinta conquistada como el fuego irreductible de los dioses.
21 comentarios:
Caligrafía: palabras de nieve sobre el papel; blanco sobre blanco; letras con amor, pero sin ley
Beso para un instante sin arena
Mi adorado Elperdedor: Ante el amor cualquier ley debiera ser vasalla. Y la ley no debiera conocer otra caligrafía que la escritura sobre el agua, como el epitafio de un poeta...
Beso, también, sin tiempo.
Qué hermosura de texto (firma inconfundible de la casa) para empezar el año. El final especialmente me ha hecho pensar en una cosa curiosa. Garamond intentó dotar a sus tipos de la vida ("los breves animales desperezándose") que tenía la escritura bizantina en que se inspiró. Por eso añadió a Les Grecs du Roi un número aplastante de ligaduras y dígrafos para capturar el instante irrepetible de la escritura manual y congelarlo en ese plomo terrible y unificador de la tipografía. El empeño fue loable: lo irrepetible (la escritura) frente a lo mil veces repetido (la tipografía), como tan bellamente sugieres.
Beso de gato bizantino y entintado.
Mi admirado Juan Manuel: Esos Grec du Roi como el paso imprevisible de un felino... Magnéticos y lúdicos al tiempo.
Gracias por tu entrada sugerente. En tu bitácora siempre sabiduría y poesía caminan de la mano.
Un beso entre madejas.
Sí... Al abrir un libro se cae un folio plegado dos veces. Al desdoblarlo te aumenta el pulso y la cabeza se te va por la caligrafía.
En ese folio reside el feraz sentimiento de un libro, querido amigo Antonio...
Un beso desdoblado.
Y al final hasta los que nos habíamos prometido no renunciar nunca a ella, terminamos condenando la pluma a la sequía. Es otra consecuencia más de ser esclavos del tiempo.
¿Has empezado bien el año, Ana? Por lo que a este blog se refiere, doy fe que sí :)
Besotes admirados, como siempre.
Fíjate, preciosa Leo, en qué necedad incurrimos al hacernos esclavos de un señor que no posee cadenas...
Beso como un abrazo.
En Oriente lo entendieron e hicieron de la caligrafía un arte que, todavía, tiene maestros. Aunque quien sabe si ellos también estàn condenados al olvido de este tiempo que camina rápido en la sustitución de lo bello por lo productivo.
Encantador primer texto del año, Ana. Un beso
La belleza siempre encontrará recursos para sobrevivir... o al menos eso prefiero pensar.
En todo caso, siempre se puede recurrir al fuego, como un piano sabio y malévolo :-)
Beso primero del año para ti, mi querido amigo.
Lo dijo Pérez Velarde:
"Voluptuosa melancolía,
en tu talle mórbido enrosca
el placer su caligrafía
y la muerte su garabato."
La caligrafía, como tantos placeres secretos (o vicios solitarios), encontrará el camino para emerger de los garabatos y emborronamientos bajo los que el pragmatismo intenta sepultarla.
Gracias por sus rescates, amiga Ana.
Pérez...
Vaya cabeza: ¡López!
Ay, Ana: qué mal me ha sentado la vuelta al redil...
No me extraña la confusión, mi muy apreciado amigo Sianes. El reencuentro con las hordas adolecentes (creo que olvidé una s) por fuerza ha de producir desórdenes varios. Léales algún pasaje de El Signo y el Garabato, a ver si se amansan y se entregan a los placeres de la caligrafía o el arte en lugar del chiclepop :-)
Un beso con mis condolencias.
La caligrafía es muy dura de matar. Desde Gutenberg lo estamos haciendo y aún no expira. Le queda ya poco aliento; de aquí a unas pocas décadas, todos ágrafos. El lápiz no volverá a escribir "sombra de palabras" como decía Ramón.
Hermoso cuadro. Me diste envidia y puse otro Schiele.
Pues ahora mismo me voy a ver tu Schiele... Viena bien merece una visita sólo por ver los Schiele que atesoran sus museos.
Es cierto que la caligrafía es dura de matar, pero hoy se encuentra bastante acorralada. Del arte de los escribas que todavía en el XIX la esgrimían como arma ha pasado a un estadio de estricta supervivencia, como Alora la bien cercada. Hasta las firmas se hacen ya con sello de caucho...
Un beso, amigo Rubén.
ahora
yo soy el que le apetece
darte un beso
en las plantas de tus pies!!
mucha luz
M:
¡Gracias!
La caligrafía volverá a su apogeo, con una nueva semblanza, como lo hicieron las velas. En algún momento cederá todo esto y tocaremos nuevamente el papel con la pluma.
"En esos trazos equívocos se encuentra el alma trémula de la escritura, la refutación de la caverna... o su vindicación, tal vez: el derecho a la sombra y al sueño, al engaño y al error."
Inmejorable este párrafo Ana. Mil gracias por el enlace. Es un honor ser un rincón de tu bitácora.
Beso
Tal vez, querido Cristian, ese nuevo auge de la caligrafía que sugieres coincida con el advenimiento general de la catástrofe. La sangre, como el fuego, es muerte y nacimiento.
Y el placer de que estés en mi casa es mío.
Un beso.
"La minuciosa ságoma con que se encauzan las masas y lo particular se execra ha promovido un edicto de muerte en letras de molde contra la insurrecta escritura manual. "
Quítate del marihuana, Ana, que te joroba el estilo.
:-)))
Pero mira que eres tocapelotas, Javi. :-D
(¿No será una venganza por lo de tus versos cementeriosos, verdad?)
Un beso, paisano.
Publicar un comentario