El 3 de diciembre de 1917 la galerista Berthe Weill cruzaba, entre risas y también imprecaciones de los transeúntes, desde el 50 de la parisina Rue Taitbout hacia la comisaría de policía que se hallaba justo enfrente de su espacio de arte; Berthe Weill cruzaba la calle por indicación expresa del Comisario, y cruzaba con una mueca que oscilaba entre la sorpresa y la sonrisa. En el escaparate de Chez Berthe se exhibía un desnudo, salido de los pinceles de un artista italiano que en aquella muestra paladeó la única y efímera exposición individual que realizó en toda su vida. El Comisario instó a Berthe Weill a retirar inmediatamente el desnudo de la comunal contemplación y a someter al ostracismo al resto de desnudos que se albergaban en el interior de la galería, unos treinta entre lienzos, dibujos y grabados, so pena de su requisa forzosa. En la surrealista conversación entre los dos personajes, que recrea Klaus Honnef en El arte como negocio, se desliza la clave que causó el escándalo entre los viandantes de la Rue Taitbout: el vello púbico –más público de lo debido, al parecer– que exhibía sin complejos la dama del cuadro en cuestión. Aquella sombra oscura adormecida sobre la encendida, impensable roja piel de una mujer, quebraba el ideal asexuado de la ebúrnea carne femenina. El vello impúdico era la conciencia del invicto ángel caído, de la mortalidad del mundo, el punto de fuga de una existencia apacible, el Maelstrom del que se emerge no más viejo pero sí más sabio.
Léopold Zborowski, marchante y poeta, fue quien impulsó la frustrada muestra de Modigliani en la galería de Berthe Weill, una galería en la que ya habían expuesto Matissse, Picasso o Derain. Weill, movida por la piedad hacia el entusiasta marchante y el artista empobrecido, acabó comprando por pocos francos a Zborowski cinco de aquellos desnudos anatematizados para su colección particular. Uno de ellos se vendió por más de 27 millones de dólares en 2003.
Zborowski, como buen poeta, estaba fascinado por el peculiar discurso de la carne intensamente carmesí de los cuadros del Cisne de Livorno; el hondo, cósmico, primigenio lenguaje de aquella epidermis inusualmente tintada, debió de parecerle un poema inacabado trazado por la mano de los siglos. A Modigliani el arcano lenguaje de la poesía y la literatura no le era ajeno. Además de su vínculo amical con Zborowski, había mantenido relaciones amorosas con Anna Akhmatova, Eleonora Duse o Beatrice Hastings, todas ellas ligadas al ejercicio o al cultivo de las letras, y a Amedeo se le podía ver por las tabernas recitando a Rimbaud y D’Annunzio (con quien compartía los versos y también a la Duse).
Y sin embargo, en los desnudos de Modigliani se me antoja que hay más música que poesía. Hay quien dice que la música es femenina, más persistente que la memoria y al menos tan inmediata como el mundo. Los cuerpos de mujer de Modigliani son violines memoriosos y elocuentes, más allá de la semejanza formal obvia entre sus curvas con que fantaseó Man Ray. De la carne roja y caldeada de un violín sobre una sábana –carne roja de un desnudo en el orden caótico de un lecho– emerge una sacra melodía inaprensible que remite al origen, a un principio de vida que calma la instintiva sed del hombre, a un territorio recoleto donde las palabras aún no son, porque las palabras–dice Agamben– son la antesala de la muerte.
Léopold Zborowski, marchante y poeta, fue quien impulsó la frustrada muestra de Modigliani en la galería de Berthe Weill, una galería en la que ya habían expuesto Matissse, Picasso o Derain. Weill, movida por la piedad hacia el entusiasta marchante y el artista empobrecido, acabó comprando por pocos francos a Zborowski cinco de aquellos desnudos anatematizados para su colección particular. Uno de ellos se vendió por más de 27 millones de dólares en 2003.
Zborowski, como buen poeta, estaba fascinado por el peculiar discurso de la carne intensamente carmesí de los cuadros del Cisne de Livorno; el hondo, cósmico, primigenio lenguaje de aquella epidermis inusualmente tintada, debió de parecerle un poema inacabado trazado por la mano de los siglos. A Modigliani el arcano lenguaje de la poesía y la literatura no le era ajeno. Además de su vínculo amical con Zborowski, había mantenido relaciones amorosas con Anna Akhmatova, Eleonora Duse o Beatrice Hastings, todas ellas ligadas al ejercicio o al cultivo de las letras, y a Amedeo se le podía ver por las tabernas recitando a Rimbaud y D’Annunzio (con quien compartía los versos y también a la Duse).
Y sin embargo, en los desnudos de Modigliani se me antoja que hay más música que poesía. Hay quien dice que la música es femenina, más persistente que la memoria y al menos tan inmediata como el mundo. Los cuerpos de mujer de Modigliani son violines memoriosos y elocuentes, más allá de la semejanza formal obvia entre sus curvas con que fantaseó Man Ray. De la carne roja y caldeada de un violín sobre una sábana –carne roja de un desnudo en el orden caótico de un lecho– emerge una sacra melodía inaprensible que remite al origen, a un principio de vida que calma la instintiva sed del hombre, a un territorio recoleto donde las palabras aún no son, porque las palabras–dice Agamben– son la antesala de la muerte.
.
La música es anterior al lenguaje del mismo modo que la luz precede a la tiniebla o la vida al óbito o la mujer al varón –mal que le pese a la iconografía cristiana– o el agua a la clepsidra. En los cuerpos tenuemente iluminados de Amedeo se aloja el resplandor de la caverna, el mito insatisfecho de la tierra. El monte bruno custodiado entre las piernas femeninas es ese puente del violín en que febril se gesta una sonata: la música de la semilla, del ser y de la huida.
.
Versión para violín solo de la Tocata y Fuga en re menor de J. S. Bach, por Andrew Manze.
Boomp3.com
27 comentarios:
Y la palabra, y la tuya, es femenina cuando se aproxima a develar los más hondos misterios de los colores que pintan los hombres.
Gracias y cariños I
Vaya final el que le da, me encanta la unión de las ideas. Lo que sí no me encanta es la idea que de el trabajo de artistas que muriendo en la peor de las miserias valga tanto, es como si se te dijese que harás para no disfrutar del beneficio de tus actos, no sé, debe ser horrible no ser considerado en vida, o mejor dicho, esperar a que te mueras para ser considerado...Respecto al vello púbico me recuerda que hace poco tiempo leí la controversia que había armado poner un afiche en donde se mostraba a una mujer desnuda-obviamente una obra de arte-en una estación...Creo que de Inglaterra; o sea que aún seguimos con esa clase de censuras...Qué más digo, el resto me gusta.Y sí, el camino está en el nombre, aunque podamos evitarlo y andar por otros caminos. Re-bienvenida, espero que le haya sido provechoso el viaje.
Es la vieja polémica de las mujeres desnudas y las mujeres desnudadas. A mí los cuadros de Modigliani me recuerdan más a las antiguas venus que a la Olympia de Manet, pero los senderos del escándalo son inescrutables.
No conocía la versión de Andrew Manze. No puedo dejar de escucharla.
Hermosa Idea: Nuestro lenguaje íntimo, nuestro telar. Qué dicha la diferencia, ¿verdad? Besos.
***
Querido Zeta: Puedo decirte que hace no mucho organicé un congreso para el que me pareció apropiada una imagen parcialmente desnuda de una mujer, obra del taller de Fontainebleau. En la Universidad me recriminaron mi lujuriosa actitud :-) Así estamos todavía... Besos.
***
Queridísimo Rubén: Modigliani a mí también me recuerda indefectiblemente la elegancia de Boticcelli, pero... siempre hay ojos diferentes. Me alegra que te guste la intimidad de ese exquisito violín bachiano. Un beso.
Ana,
Más allá del amor y el odio, sólo la música -se ha dicho desde el principio de los tiempos- puede establecer un vínculo indestructible entre dos seres.
Es -lo siento- indisoluble.
¡Hola! Me regalaron El jardín... el sábado pasado. Ayer, en un bus Barcelona-Madrid, casi lo acabo. Qué bello es, Ana..
¡Cómo estás?
mua
Mi añorado Francisco: Estoy de acuerdo. Toda historia tiene su banda sonora... Beso melodioso.
***
Querida u: Me alegra releerte. Me alegra saberte entre jardines. Un beso afectuoso.
Ana,
Pienso que aciertas cuando acercas a un violín con un cuerpo de mujer, más allá también de su parecido físico, y es que son pocas las manos que pueden hacer surgir de ambos el sonido sublime que conjuga el tacto.
Livorno es la ciudad en la que paso más tiempo en Italia. Modigliani y Boticcelli los que dan color a mis musas.
Besos
Otra vez curvas de mujeres y de instrumentos musicales. Sabes que te censuraran de nuevo por tantos desnudos y tantos vellos “públicos”, aunque considero que merece la pena profundizar en Modigliani y en tus textos que nos enseñan, así desnudos, los interiores del arte y de tu saber hacer. Gracias de nuevo por compartirlo.
Mi querido Cristian: La música es un misterio prístino, un puente entre la piel y la tierra. En ese espacio se aloja la belleza y los afortunados que la alcanzan.
Observo que sabes escoger tus destinos y tus musas. Ya se aprecia en tu bitácora...
Un beso.
***
Preciado Luis: Contra la censura, más madera :-) Beso agradecido por tu visita y tus palabras.
Querida mía:
Regresas de tu viaje trayendo música lejana y distante (y no me refiero a esa tocata y fuga de Bach), música hermosa, como la epifanía de un cuerpo convertido en "violín sobre una sábana". Yo también regreso. Mi huida ha sido más breve, tal vez por eso no trae música, sino palabras mal barajadas. Mientras reparto su suerte escucho su eufonía discordante.
Beso de cadáver exquisito
Queridísimo: Cualquier viaje es una aparición al pie de una escalera, un velo que se rasga suavemente mientras suena una música pequeña alojada en la memoria y las palabras sólo son destellos en la nieve. Es esa música que escuchas la que siempre te permite barajar tus letras con fortuna, mantener a raya a tus cadáveres exquisitos...
Beso desde Aughrim.
HOla Ana!!!
de vacaciones
como lo pasaste??
te extrañe
=)
besos
M
PD:las mujeres y la música
son un estado del alma!!
Hermosos días, mi añorado amigo blanco...
¿Cómo fue tu exposición?
Beso femenino y musical.
Ja,ja,ja,ja, y con lo que me encanta el sexo y el erotismo...Me parece algo tan insano que se trate a eso como si fuese un mal humano...No sé, aquí es peor, el erotismo está casi sacado de los rincones públicos...Un fiasco...
Contra eso, amigo Zeta... Hablemos de Victorias :-)
Besos.
Dulce (y esperado) regreso el tuyo, Ana. Que placer de nuevo tenerte por aquí.
(Me ha encantado la versión al violín que nos descubres).
Un beso
Mi querido Nuncio: Confieso que me apetecía regresar, sobre todo por el reencuentro...:-)
Ese Bach, sí, un pequeño misterio.
Beso en tus palabras.
Victorias, esa palabra tiene algo decadente,¿realmente existen?Hay veces que creo que no se gana...
Amigo Zeta, lea usted en la cabecera el lema de esta bitácora (robado a Rilke), y verá lo que son realmente las Victorias...
Un beso.
La mujer y el principio.
La mujer y la vida, que se genera en el vientre del vello púbico previamente exhausto por el varón.
¿ Hay algo más hermoso que la nueva vida concebida y después apareciendo al mundo encima de una mujer desnuda, como el hijo ?
Y la música, ese lenguaje sin torre de Babel... Sub specie aeternitatis.
Querida Morgenrot: Describes, con Spinoza, la sabiduría y la esperanza.
Un beso.
Las mujeres de Modigliani rezuman tanta elegancia que hace sospechar que se debe más a la mano del pintor, o a su mirada, que a la "realidad".
Me encanta la palabra "clepsidra".
Besos.
Bella Leo: Modigliani pintaba a la mujer, no a una mujer. Por eso, tal vez, lo que señalas...
La clepsidra, ladrona de agua... El tiempo, en efecto, es el ladrón mayúsculo.
Besísismo.
Bueno, de algún modo eso me responde...Un gusto,adiós.
Buenos dias. Buen lugar donde he recalcado.
¿Puedo encontrar en algun lugar (y también en Internet) poemas de Léopold Zborobski?
En internet el poeta està eclipsado por Modigliani, y no hay forma de localizar alguno de sus textos.
Gracias.
Publicar un comentario