Venecia es un pez, escribe Tiziano Scarpa. El escritor serenísimo, que traza un itinerario sinestésico de su ciudad en deliciosas páginas, alude al perfil de la bella en el mapa. Un pez colosal tendido en el fondo, dice. Seguramente sin pensarlo, Scarpa ha dado con otra identidad más epidérmica. Además de respirar calladamente bajo la densidad humanizada de sus aguas, la superficie de Venecia es lujosa, es una fiesta cuajada de lentejuelas seductoras y minúsculas. Mi recuerdo de la ciudad, de su tacto, es aún untuoso y brillante, como la piel de un rodaballo en el mercado, al sol de la mañana.
Lamento no haber encontrado este libro en mi camino hace unos meses. Sus palabras, ahora, no son más que un reflejo inasible, el balanceo de una góndola entregada a la deriva bajo el Puente cruel de los Suspiros. Me hubiera gustado ver ese capitel descrito por Scarpa, en la columna séptima del Palazzo Ducale, frente a la Biblioteca Marciana, su historia de amor y muerte: la pareja que se encuentra, se ama, procrea y acaba inesperadamente por enterrar su fruto. El hijo habido de ese amor se extingue con la intensidad de una metáfora. Los padres lloran. Me atrevo a pensar que no sabemos si lloran por él o por ellos. La mors inmatura del pequeño es un testamento apócrifo, la paletada de tierra sobre el féretro de una pasión inútil. La carnalidad es tantas veces un animal bifronte, un baile desolado, una danza de la muerte en una ciudad hermosa, bajo una noche sin luna.
Capiteles… y máscaras. Habla Scarpa de la moréta, una máscara estrictamente femenina consistente en un óvalo de terciopelo negro con orificios sólo para los ojos. Se sujetaba sin cintas, había que morder una especie de pomo, un botón proyectado hacia dentro, a la altura de la boca. De esta manera, las mujeres que se la ponían se veían obligadas a callar. No me ofendo. Es más: sonrío. De nuevo, como con su ciudad-pez, Scarpa es capaz de suscitarme un sentimiento paralelo. Memento. Siempre he pensado que escribir poesía se parecía bastante a eso: atisbar entre rendijas con los dientes apretados. La moréta. Un poema.
Lamento no haber encontrado este libro en mi camino hace unos meses. Sus palabras, ahora, no son más que un reflejo inasible, el balanceo de una góndola entregada a la deriva bajo el Puente cruel de los Suspiros. Me hubiera gustado ver ese capitel descrito por Scarpa, en la columna séptima del Palazzo Ducale, frente a la Biblioteca Marciana, su historia de amor y muerte: la pareja que se encuentra, se ama, procrea y acaba inesperadamente por enterrar su fruto. El hijo habido de ese amor se extingue con la intensidad de una metáfora. Los padres lloran. Me atrevo a pensar que no sabemos si lloran por él o por ellos. La mors inmatura del pequeño es un testamento apócrifo, la paletada de tierra sobre el féretro de una pasión inútil. La carnalidad es tantas veces un animal bifronte, un baile desolado, una danza de la muerte en una ciudad hermosa, bajo una noche sin luna.
Capiteles… y máscaras. Habla Scarpa de la moréta, una máscara estrictamente femenina consistente en un óvalo de terciopelo negro con orificios sólo para los ojos. Se sujetaba sin cintas, había que morder una especie de pomo, un botón proyectado hacia dentro, a la altura de la boca. De esta manera, las mujeres que se la ponían se veían obligadas a callar. No me ofendo. Es más: sonrío. De nuevo, como con su ciudad-pez, Scarpa es capaz de suscitarme un sentimiento paralelo. Memento. Siempre he pensado que escribir poesía se parecía bastante a eso: atisbar entre rendijas con los dientes apretados. La moréta. Un poema.
21 comentarios:
Bello texto."Memento Mori", querida.
Gracias, querido. En todo caso, aunque el Memento Mori lo tengo presente, prefiero por ahora ir pensando en otras cosas... :-)
Besos vivos.
La moréta sobre una góndola que se balancea entregada a la deriva bajo el Puente de los Suspiros. Quizá sea la metáfora de Venecia. La metáfora de algunas vidas que ejecutan la danza de la muerte en una ciudad hermosa, bajo una noche sin luna.
Ana, tal vez Scarpa cree que las mujeres hablan sólo con palabras, tal vez creerlo sea un pecado masculino, pero el lenguaje de las mujeres encuentra ilimitados vehículos para expresarse, tal vez por eso los hombres enmudecen al mirarlas, saben que ellas lo han dicho todo y sólo en silencio pueden reivindicarse.
Me hiciste volver a Venecia con sólo parpadear, cuánto te lo agradezco. Un Beso I
Querido Doctor: Las máscaras siempe se balancean en la góndola indiferente de la vida... Beso con luna.
***
Bella Idea: Como bien sugieres, los caminos del lenguaje femenino son inescrutables. Ya hablé de eso en http://akademiarobla.blogspot.com/2006/05/el-maleficio-del-telar_18.html
Me alegra haberte llevado hasta Venecia. Procuraré llevarte a más lugares.
Beso con corazón.
ves más allá querida Ana!!
ahi esta el milagro
un tesoro que vive en tu mirada
besotes multiformes
M.
Amigo Matlop: Nada es sino para ser mirado con pasión. Beso blanco.
Venecia es inagotable, siempre hay algo que lamentamos no haber visto. Tanto las máscaras como los máscaros están más guapas y guapos calladitas y calladitos.
:-)
La boca tiene que callar para poder hacer poesía, por eso yo me mortifico cuando declaman...Me parece tan poco poético como un pez enorme colgado de la cola en algún mercado, cosa que no deja de tener cierta belleza... Besos, cuidese mucho, siga admirando al poeta, adiós.
Y yo sin pisar Venecia todavía. Y sin leer ese libro...
Pero, sin embargo, sí que he experimentado esa sensación de estar poco menos que espiando por una rendija, por el ojo de la cerradura, al escribir un poema. Y de apretar los dientes, porque la voz desaparece y las manos se transforman en palabras.
Mil besos, guapa.
Se te echaba de menos, hermosa. Ya sabes: Venecia, tu próximo destino; para pasear y encontrar inesperadas identidades... o buscar la carne de un poema entre las aguas.
Beso vacacional.
Por cierto Ana, espero que no te moleste que esté comentando tu blog con otras amigas como Irene de San Juan o El lamento de Deidre, entre otras.... Es que lo hermoso, considero que se debe de compartir para que puedan embriagarse de cultura y literatura, etc... Es como si alguién comprara un Velázquez, siempre iba ha ser un Velázquez y sería el cuadro el dueño del propietario y no al contrario.
Mi querida Pegasa: Bien al contrario, me siento dichosa por tu generosidad. Esta casa está abierta a todos los que quieran visitarla, tanto más si vienen de una mano amiga.
Un beso agradecido.
Sólo entro a contemplarla un rato -como acechamos tras de la ventana cada tarde-, no vaya a tomar por ficciones mis palabras.
Un abrazo, querida amiga.
Qué grata su mirada entre cortinas, queridísimo. Observe cuanto quiera, me siento a gusto en ese acecho.
¡Hola Ana!
Dedisce. Dedisce mori parecería lo lógico, pero dicen que sin la amenaza de la muerte la vida perdería todo su fulgor. Un beso.
Querido Antonio: La amenaza de la muerte es el fulgor mismo. Beso.
Gracias por la insinuante recomendación.
Si, algún día, voy a Venecia espero acordarme de leer antes este libro.
Hay algo , no obstante, que mi mente no asimila, y es la muerte del hijo, tan contra Natura y tan Natura.Como bien dices, " el enterrar al fruto...la paletada de tierra sobre el féretro de una pasión inútil".
La pasión que rompe en tragedia.
Bellísimo, como siempre.
Aplausos.
Gracias por Scarpa y Venecia fluyendo con los dientes apretados hacia el visulmbre de tu prosa poética. Un gusto haber descubierto tus rendijas para asomarme en y desde ellas.
Saludos....
Gracias, amigo Ángel. Un abrazo ultramarino.
Publicar un comentario