domingo, 31 de mayo de 2009

LECTURAS

Podría resistirme a esto, pero no lo voy a hacer. Porque, sencillamente, me encanta descubrir que alguien sabe leer un libro, argumentando sus opiniones con rigor pero sin pedanterías. Cuánto más si el libro es propio.
De modo que a la preciosa reseña que ya me dedicó Regino Mateo (y que aparece publicada en el número 6 de la Revista QVORVM, cuya presentación tendrá lugar este martes, como ya se ha avanzado en la entrada anterior), cabe añadir la del profesor Antonio Torralba, amigo de esta casa desde hace mucho tiempo, cuya lectura se transcribe así:

"He estado leyendo estos días un libro hermoso (La última palabra. Icaria/Poesía) de Ana Rodríguez de la Robla.
Consiste, en esencia, en una versión castellana de sesenta epitafios latinos en verso. La antología va precedida de un prólogo sencillo y profundo (“Conversaciones más allá de la ceniza”), elaborado al aroma de tres deslumbrantes citas con las que la autora conversa: el “y escucho con mis ojos a los muertos” de Quevedo, los versos de Paul Valéry que están (creo) en el frontispicio del Museo del Hombre de París (“Depende de aquel que pasa/ que yo sea tumba o tesoro. Que hable o me calle”) y cuatro palabras del cuarto cuarteto de T. S. Eliot (“Todo poema, un epitafio”).
La casualidad ha querido que, en mi caso, esta lectura (que os recomiendo “vivamente”) coincida con (y quizás se vea enriquecida por) otros desvelos más o menos relacionados con el tema de la muerte como generadora de cultura: la corrección y selección, para una publicación escolar, de textos de alumnos escritos bajo el epígrafe de “Mi obituario” (el obituario de ellos); y meditaciones varias en torno al contenido de una charla ilustrada sobre fotografía de muertos (après décès) de otra amiga amante de estos temas. Digo esto por lo del contexto. Jakobson puso por escrito la evidencia de los seis elementos que intervienen en cualquier acto de comunicación; el contexto, claro, es uno de ellos.
Apartadas de las piedras en que fueron grabadas (ellas mismas, las piedras, ubicadas a menudo hoy fuera de contexto), las palabras últimas que la poeta Ana de la Robla vierte con maestría al castellano pierden y ganan cosas: en mayor grado cuantas menos palabras son. La autora (o su editor) ha querido acentuar este efecto omitiendo, salvo en el prólogo, cualquier explicación contextual o de aparato crítico (sólo se le escapa una aclaración entre paréntesis) y ello aumenta casi siempre el tono poético. Al menos, eso me parece en la mayoría de los casos. Pero me surge la duda en otros, como en este epitafio:

De las estatuas repuso los ojos
mientras gozó de salud suficiente.

¿Ganaría o perdería éste con una breve aclaración sobre los fabricantes de ojos? Imagino posibles lecturas aberrantes (no digo que “no poéticas”) motivadas por el hecho simple de ignorar la existencia de este tipo de artesano oculariarius. Es el peligro que acecha a los poemas breves, el “efecto haikú” que explica pormenorizadamente Azúa en la entrada “Metáfora” de su Diccionario de las artes. Por eso quizás hubieran venido bien unas notas. Incluso, ahora que lo pienso, en los casos en que no las necesitan acaso hubieran enriquecido el paseo tranquilo entre tumbas en que puede consistir la lectura de este libro. ¿Quién era este que dice que la muerte vino a librarlo del trabajo de acumular dinero y perderlo en que consistió su vida? Ana ha querido dejarnos solos, como suelen pedir en las películas los que visitan los cementerios.
Por lo demás, del libro sólo cabe decir maravillas. La selección, agrupación y ordenación de los poemas son estupendas; se recorren todos los tonos y los matices que el género ofrece. En su combinación, son más de los que pudiera pensarse. La traducción me parece fabulosa y da la impresión de estar siempre muy meditada. Vuelvo cada tanto al libro, también mientras redacto esta recomendación, y cada vez me parece mejor.
Acabo ya citando un poema que me encanta (los sesenta son valiosos) porque me hace imaginar, como en un vídeo, el paso de las estaciones sobre una lápida (a ésta ya no le llueve porque está en un museo, pero bueno):

Verás la primavera regalarte con sus flores.
El verano te rondará con dulce complacencia.
Restituirá el otoño en ti las dádivas de Baco.
Al invierno encomendé que la tierra te sea leve."

12 comentarios:

Emetorr1714 dijo...

Ana, ya le he puesto un comentario a Antonio. Debes sentirte terriblemente feliz y nos lo haces ser también a nosotros. Mañana estaremos contigo en la distancia.
Un beso de Fandestéphane.

Anónimo dijo...

Mi querido Fandestéphane: La verdad es que este libro me está trayendo muchas alegrías, gracias a vosotros, mis hermanos, los lectores (no "hipócritas", en este caso, malgré Baudelaire :-D).
Beso festivo.

Elvira dijo...

Eso de dejar que el lector saque sus propias conclusiones ya lo haces muchas veces en las entradas de este blog. Supongo que en algunos casos yo también agradecería unas notas, pero en principio me gusta encontrarme con el texto cara a cara y ver qué me sugiere. Si no es demasiado críptico, claro.

Besos, poeta

Anónimo dijo...

¿Constatación o acusación? Jajaja. Lo que ocurre muchas veces, querida Elvira, es que las aclaraciones entorpecen o afean. Recuerda tu comentario acerca de J.C.Bach :-) Me gusta dejar que el lector se enfrente por sí mismo a ese pájaro que escapado de su jaula -decía Horacio- es cualquier manifestación creativa. Un beso.

Elvira dijo...

¡Acusación no! Constatación, querida Ana. Lo de las notas lo decía pensando en los epitafios, por si alguno es demasiado difícil de entender. Sí, recuerdo mi comentario, tienes razón.

Bonita imagen la de Horacio. Besos

Fer dijo...

Al olor de un café, pienso y pienso bien, que debo apresurarme por conseguirlo.

Comentaré cuál fue mi sensación.

Saludos.

Anónimo dijo...

Mi querida Elvira: No creo que tengas ningún problema de comprensión. Probablemente el más oscuro sea el epitafio que Antonio con escalpelo ha entresacado :-) Recuerda que ya he colgado unos poquitos en alguna entrada de este blog y eran muy accesibles.
En todo caso, me comprometo a ofrecer consultorio personalizado si así se requiere :-D
Beso grande.

Sallopilig: La decisiones tomadas al calor del café suelen ser buenas :-) Un abrazo emocionado.

Anónimo dijo...

Como clarificación adicional, transcribo aquí el comentario que dejé en la entrada correspondiente del blog de Antonio:

"Mi querido Antonio: Dejando a un lado (aun difícilmente) el agradecimiento por haberte interesado por mi libro, y no sólo eso, sino también por que tu interés haya llegado al punto de escribir unas palabras sobre él en tu bitácora, quiero específicamente testimoniarte mi emoción por la calidad y lo atinado de tu comentario. En el sentido, presisamente, de que has sabido captar con exactitud el propósito de una publicación que, si bien se lee con rapidez, lleva detrás mucho tiempo de trabajo. Tanto Regino Mateo (mi otro generoso "reseñista") como tú os habéis percatado de que la intención era acercar estos poemas al lector: a un lector culto que, no obstante, no tiene por qué saber latín (en ocasiones latín arcaico); un lector que quiere guiarse en esta floresta de poemas como en cualquier otro libro de poesía, sin complejas anotaciones filológicas. Yo pretendía acercar a los lectores de hoy los sentimientos de unos poetas anónimos de hace varios siglos. Simple y llanamente. Tu lectura lo subraya y además me llena de orgullo haber logrado, al menos en parte, ese propósito.
Respecto a lo que comentas acerca de las notas explicativas a pie, no creas que no estuve dándole vueltas a la conveniencia de incluirlas. Muchas vueltas. Pero al final de me decanté por la limpieza absoluta de las páginas, en la creencia de que el lector saldría adelante por sí mismo (aunque algunas aclaraciones ya hago en el prólogo, por si las moscas :-D).
Mil gracias, Antonio, por tu generosidad personal e intelectual.
Espero que no te importe que haya reproducido tu comentario en mi casa.
Un beso grande."

Antonio Tello dijo...

La reseña del profesor confirma lo que pienso de tu libro, como seguramente ya habrás leído ¡felicidades!

Anónimo dijo...

Antonio, querido: Pues no, no lo había leído, llevo unos días alejada de los blogs amigos, tengo poco tiempo por ocupaciones circunstanciales. Te agradezco mucho tus palabras atentas, que pronto encontrarán también su acomodo en esta casa. Agradecida, te beso.

Morgenrot dijo...

Querida Ana :

Me ha maravillado esta entrada y los versos que se toman de tu libro. Tengo que confesarte que aún no lo he comprado porque no he salido, y no quiero encargar tu obra , pues quiero disfrutar un rato en la librería y "orgulleciéndome" de adquirir el trabajo de quien quiero y admiro.

Recibe un fuerte beso y mil felicitaciones, Ana.

Anónimo dijo...

Morgenrot: Soy yo quien se enorgullece de contar con tu amistad. Todo a su tiempo, al ritm que tú requieras. Cuídate bien, bella. Un beso muy afectuoso.