domingo, 15 de noviembre de 2009

EL COLMO DEL ABSURDO

Los entresijos del mundo editorial nunca dejarán de sorprenderme. Acabo de leer esa magnífica novela de Stanislaw Lem, El Hospital de la Transfiguración, en bella edición de Impedimenta. Allí donde huele, siquiera levemente, a Lem, mis ojos van detrás irremediablemente. La fiebre inesperada y las sábanas que durante estos días, inicialmente previstos en Roma, me han tenido presa, a la vez me han otorgado la oportunidad de adentrarme en esta obra del genio polaco que tenía desde hace muchas semanas postergada. Y he aquí que al terminar la última página, como es mi costumbre, me paseo por el comienzo y vuelvo al prólogo –los prólogos, pues son dos en este caso– que introducen la novela. Veo que el primero de ellos está firmado por el muy lustroso e ilustre escritor Fernando Marías y se compone de apenas tres páginas; nada que objetar… si no me llamara la atención que el prólogo siguiente está firmado por el propio editor, detallando circunstancias literarias que debieran haber sido abordadas –supuestamente– por Marías. Mi sorpresa crece con desmesura cuando leo que el escaso prefacio de Marías gira sin descanso en torno a una única idea: el escritor bilbaíno se manifiesta seducido ab ovo por las obras literarias que dan comienzo con un personaje que llega de noche a una estación de tren; una obsesión que, confiesa, sólo ha podido culminar después de muchos años de búsqueda (no sabemos en qué despojadas bibliotecas) con El Hospital de la Transfiguración. Así que, dice Marías, desconecta los teléfonos, cancela cenas y se encierra en casa con la novela de Lem. Tras un amor tan súbito e intenso, tras tal claustro voluntario, tras el hallazgo venturoso que sucede a una búsqueda de décadas, esto es todo lo que Marías nos cuenta acerca de El Hospital de la Transfiguración: estrictamente lo que les acabo de decir, unido a la fervorosa recomendación de que la leamos y al subrayado de que cualquier otra palabra suya sería innecesaria (algo de lo que, por otra parte, ya nos habíamos percatado).
Es obvio que las páginas en cuestión constituyen un acto mingitorio en la inteligencia del lector. Bien me parece que al señor Marías le paguen por escribir el prólogo a una novela que no ha leído: es algo que detectamos con relativa asiduidad en numerosas publicaciones. Pero el asunto no acaba aquí. El quid de la cuestión radica en que el personaje que llega a la estación de Nieczawy en El Hospital de la Transfiguraciónno llega de noche, sino de día. El colmo del absurdo.
Y de aquí se derivan dos preguntas:
¿Por qué Impedimenta publica el prologuito de Marías, mencionándolo además en portada, exponiéndose a hacer el más espantoso de los ridículos?
¿Qué castigo creen ustedes, amigos lectores, que conviene a semejante sujeto? ¿Paseo por las calles con capirote, cualquier otro género de escarnio público? ¿La hoguera, la hoguera, la hoguera?

35 comentarios:

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Es evidente: ¡La hoguera! ¡La hoguera! ¡La hoguera!
La hoguera tiene un qué se yo... que sólo lo tiene la hoguera.
Que te mejores (a pesar de las lecturas).
Un besote.

Anónimo dijo...

Plas, plas, plas. Muchos besos, mi gran inquisidor :-)

cändido dijo...

El inventario de erratas,yerros y pifias en el mundo de las editoriales es tan amplio como los ignaros pseudopolígrafos que, a menudo, las manejan. Dudo mucho que les alteren los escarniosd públicos o privados. "Vanitas, vamitatis..."
(Y tú, querida Ana,-aun entre sábanas y fiebres intempestivas- acudes siempre solícita a los requerimientos de tus bloggeros.Un beso fuerte y mucho ánimo).

Anónimo dijo...

Sí, me temo que Marías deberá seguir buscando el colmo de su felicidad sin él saberlo (que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son...) y los gerentes de las editoriales preferirán seguir pagando a sujetos tales en lugar de encargar sus prólogos a personas realmente cualificadas. Desde los cuadros de El Bosco han pasado muchos siglos, pero la realidad sigue siendo tan esperpéntica como en aquellos tiempos en que la sinrazón era una piedra perdida en el cráneo de los cuerdos. Beso, querido Cändido.

NUNCIO TAMALLANGOS dijo...

Si ridículo me parece lo de Marías, todavía lo es más que el editor escriba un prólogo para completar el anterior. Flaco favor a la obra de Lem que, seguramente, hubiera sido mejor presentada por una respetuosa página en blanco...

Besos y recupérate pronto.

doctorvitamorte dijo...

Las llamadas editoriales independientes tienen que echar mano de algún nombre que suene en el mercado para ocupar su puesto en las librerias. Lo que dices, y con razón, es una burla. Seguramente le encargaron el prólogo el día anterior, y FM sacó del cajón el folio que tenía escrito.

Pablo J. Vayón dijo...

Seguramente Marías leyó la novela en las antípodas, allá donde la noche es el día... Y además ya sabes que si la noche haze escura y tan corto es el camino...

Anónimo dijo...

Mi querido Nuncio: Es verdad que lo de los prólogos resulta cada vez más enojoso. Hace no demasiados años era difícil ver una buena obra prologada: se abordaba directamente el título y sanseacabó. Sólo en casos de colecciones, o de editoriales de corte "científico" o "académico", se veía lo del prefacio introductorio. Ahora es una peste que nos persigue, hasta el punto de que folios como estos que comentamos de Marías mancillan con frecuencia las obras a las que preceden. Votemos por la hoja en blanco. Besos.

Anónimo dijo...

Mi querido Doctor: No creas que a este sujeto le encargaran el prólogo el día anterior; dudo que Impedimenta le vaya con una novela de 300 páginas a Marías para que le haga un prólogo en una semana. Más bien pienso que, aun teniendo el tiempo suficiente, el insigne novelista pasó de leer el texto; pero como no se trataba de renunciar a los emolumentos, pergeñó esas torpes páginas pensando que nadie se daría cuenta de lo evidente. El editor realizó lo que el invitado no hizo. Pero hubiera sido más sensato que, ateniéndose a las confusiones night and day, hubieran prescindido de publicar el vergonzoso opúsculo. Besos.

Anónimo dijo...

Jajajaja, Pablo, me parece a mí que a este le pasa con el día y la noche lo que advertía Cristo con las manos: que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha... O quizá es que la noche, como al televisivo, le confunde... Beso.

Paulus dijo...

A Marías, destierro y cicuta y luego más destierro. Si no tienes tiempo o ganas, contratas un negro por treinta euros, que para eso estamos.

Al negro del texto, castración a vueltas. No hay remisión.

Al director de la colección, fusilamento al amanecer a perpetuidad.

A la empollona chivata gafotas que no ha entendido que los prólogos no están para leerlos sino para que compres el libro si nunca antes has leido uno pero ves la tele ─¿Sein und zeit, prologado por enrique iglesias en la célebre traducción que ya conocemos y padecimos?─, haber leído el prólogo me parece suficiente castigo. Por esta vez pase, pero que sea la última vez que te lees el prólogo de una novela si en el título no dice claramente "del autor", que entonces suele ser del editor.

Eso pasa porque todos quieren ser como planeta, como si eso fuera algo bueno y se empeñan en gastarse el dinero en prestigios en vez de en cosas interesantes....

He dicho. ¡Alamier!

Anónimo dijo...

¿Sein und Zeit prologado por Enrique Iglesias? Jajajajaja. ¡Alamier!

Anónimo dijo...

Transcribo aquí la respuesta que me remite el escritor Fernando Marías:
"Mi querida amiga, ya sabemos que una de las mejores cosas de internet es que se pueden decir cosas desde la impunidad, por eso es muy gratificante ver que a ti me puedo dirigir.
Me ha interesado mucho tu comentario sobre el prólogo que hice para Impedimenta de la novela de Lem. Me parece muy bien escrito y meditado. Aunque es obvio que vemos las cosas distintas sobre la función que hoy en día debe cumplir un prólogo, sí te diré que estoy de acuerdo contigo en que el mejor prólogo es una página en blanco. Pero es de justicia hacia el trabajo que te has tomado en redactar tu artículo, que en casi todos los puntos aplaudo, que sepas dos cosas. Una, que obviamente y siguiendo mi costumbre, sí leí el libro, en pruebas de traducción, ni siquiera galeradas, algunas semanas antes de que se imprimiera (por lo que es posible que al redactar el prólogo, efectivamente, se colara una noche por un día, o viceversa), y también que no cobré nada por escribirlo, y si lo escribí fue por apoyar de alguna manera a la editorial de mi amigo Enrique Redel, que me insistió mucho en ello. Algunos consideramos necesario apoyar a los pequeños editores como sea, con un prólogo que otros pueden encontrar ridículo (hasta el punto de llamar "ese sujeto" a quien lo ha escrito o hablar de hogueras), una presentación, un comentario superficial en un medio de comunicación... Son criterios distintos, que es al fin y al cabo lo que sustenta y da sentido a la literatura y a toda forma de creación.
Para hablar de "los absurdos del mundo editorial" parece conveniente conocerlos, por eso pongo en tu conocimiento estos dos detalles expuestos más arriba.
Tu artículo me parece muy interesante porque critica una tendencia que en mi opinión debería ser revisada. Hoy en día muchos escritores y editores quieren para sus libros un prólogo de un autor más o menos conocido. Ese tipo de prólogos son más bien una nota humorística, una simple reflexión, o una idea recurrente (pues como sabrás, el formato que se pide suele ser folio y medio, dos folios a lo sumo) y yo creo que no aporta nada. Un prólogo o es el estudio completo y sesuso de un experto o sobra.
Gracias por tu tiempo, creo que páginas como la tuya son necesarias para el actual mercado editorial.
Fernando Marías"

La Rata Paleolítica dijo...

Casi nunca me leo esos prólogos para mí inútiles (quizás no para las ventas) y después de lo visto, definitivamente, mejor la página en blanco; ahorro en tinta, en papel, en tonterías, en idas y venidas, en tiempo, y el libro un pelín mas barato. Graaaaacias.

Jesús.

Anónimo dijo...

Jesús: Pues tienes razón. Si calculamos un euro menos por cada uno de los ejemplares inútilmente prologados que tenemos en nuestra bibliotecas... nos da al menos para un viaje, seguro. Besos.

Emetorr1714 dijo...

¿Y ahora a quién me creo?

Tu entrada a sido genial, Ana. Y conforme te leía iba pensando en que no podía ser, que nadie en la editorial leyera el prólogo, que seguro no lo leyó nadie. Y al ir leyendo los comentarios, me iba calentando poco a poco, y pensaba en poner a caldo a F. Marías.
Pero he llegado a su comentario, y le creo. Piensa lo que quieras Ana, pero creo en todas las explicaciones que te ha dado y además muy respetuosamente. Y lo ha hecho respetuosamente, después de saber con la crueldad que se le ha tratado.
No me pongo de su lado, sólo digo que me lo creo y acepto las explicaciones que ha dado. Pero también reconozco que si hubiera empleado el mismo tiempo en escribir un buen prólogo, como el que debe estar empleando rondando por aquí, para ver si le decimos alguna barbaridad más, a buen seguro ahora no estaríamos hablando de él.
Y tampoco estoy de acuerdo en que no tendría que haber prólogos o dejarlos en blanco. Hay prólogos mejores que el libro, y muchas veces cojo un libro, leo el prólogo y lo vuevo a dejar en el estante.

Ana, cúidate el moquillo, y no leas según que cosas estando enferma, que las sábanas te habrán tenido presa, pero tú las has dejado revueltas de pesadillas.

Con los libros qué tienes para leer...

Un beso con mascarilla.

Anónimo dijo...

Querido Fan: no se trata de creer o no creer. Yo expongo mis argumentos y Fernando Marías los suyos. Precisamente he dado cabida a las palabras de Marías porque, "por alusiones" -que suele decirse en estos casos-, era razonable que tuvieran su presencia aquí. Tampoco pienso que se haya cometido en este espacio crueldad alguna; él mismo lo ha tomado con sentido del humor, según me ha dicho, como por lo demás correspondía. Estos pellizcos son propios de escritores :-)
Besos profilácticos.

rubén dijo...

Eso te pasa por leer los prólogos, es lo que tiene estar malita y que te sobre el tiempo.

Anónimo dijo...

Rubén: Creo que con los prólogos pasa como con los prospectos de los medicamentos: no están actualizados y carecen del menor interés, sólo cuentan con el temor que infunde la descripción de los efectos secundarios... Besos.

Antonio Tello dijo...

Querida Ana, veo que coincidimos también en nuestra devoción por S.L. También en tu enfoque sobre la fiebre prologuista (sobre la tuya espero que haya remitido y que ya estés bien). Es cierto lo que dice F.M. sobre que el apoyo que deberían dar los escritores a pequeños editores, pero hay prólogos que son verdaderos presentes griegos. «El arte de escribir prólogos lleva tiempo clamando que se le otorguen títulos de nobleza. Asimismo, yo llevo tiempo sintiendo el apremio de dar satisfacción a esa literatura marginada, que guarda silencio sobre sí misma desde hace cuarenta siglos, esclava de las obras a las que vive encadenada», escribe Stanislaw Lem en el prólogo de «Un valor imaginario», que es una deliciosa e irónica obra de Lem dedicada a los ¡prólogos!
Un beso y que te mejores.

Anónimo dijo...

El prólogo como género literario... esa idea sólo puede provenir de un genio como Lem :-) Gracias, Antonio, por tu interesante aportación. Un beso con fiebre que poco a poco remite.

Anónimo dijo...

El quid de la cuestión, como bien dices tú, es, ¿por qué Marías confiesa estar "seducido ab ovo por las obras literarias que dan comienzo con un personaje que llega de noche a una estación de tren" y que El Hospital de la Transfiguración ha saciado por fin su deseo, si precisamente no trata de eso?
La explicación de Marías, que "es posible que al redactar el prólogo, efectivamente, se colara una noche por un día, o viceversa", es insuficiente y chapucera.
Es como decir que siempre ha estado buscando una novela donde no aparezcan fumadores y se sienta feliz porque ha leído La conciencia de Zeno.
¿No es más fácil reconocer que leyó sin poner atención?

Anónimo dijo...

Estimado Anónimo: Las excusas son siempre tiritas en la herida equivocada... Y ya no digo más :-) salvo que la mención a Svevo me hizo sonreír... algo que con gripe se agradece. Un abrazo y bienvenido.

Paulus dijo...

¿Lo ve, Don Marías? Así se hace.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

:-) :-)

Carlos J. Galán dijo...

Dar cabida a la contestación de Fernando Marías sin apostillar te honra. El lector sacará sus propias conclusiones. Si ha leido la novela, fantástico, pero entonces tal vez se hubiera agradecido alguna aportación más en la que tú señalas, para así apoyar mucho mejor al editor, que era la única finalidad al parecer. Por lo demás, tu comentario no es cruel, sólo un tanto mordaz ;-) Bueno, perdónale la hoguera por esta vez pero que no lo vuelva a hacer.
Respecto a la tendencia que cuestionais, seguramente con razón, me parece no obstante que en un mercado editorial como el actual, donde se publica mucho -¿demasiado?- y los libros parece que caducan enseguida y desaparecen de las librerías, a veces el prólogo -que es tanto como decir el aval- de un autor conocido quizá se utilice para llamar la atención sobre buenas obras que de otro modo quizá pasarían desapercibidas al lector.

Anónimo dijo...

Querido Carlos: No estoy tan segura de que el lector necesite de esos prólogos para orientarse en el fárrago de publicaciones que nos asaltan a diario. En realidad, me temo que, con todos los respetos al señor Marías, a los lectores de Lem les importa un pepino que El Hospital de la Transfiguración lleve o no un pólogo suyo. Algo que puede extenderse a muchos otros autores y prologuistas, por no centrarnos exclusivamente en el nombre que aquí ha aparecido. Los editores, tal vez, tienden a pensar que el lector es tonto, pero no lo es; si es buen lector, no lo es, y si es mal lector, entonces siempre estará desorientado, por mucha orientación que se le quiera procurar...
Besos aprologuísticos.

Morgenrot dijo...

Hacer lo que tú, Ana, con esa dureza y exquisitez.


Besos y salud,

" Que al papel y a la mujer...."

Anónimo dijo...

Lo cortés no quita lo valiente, amiga Morgenrot :-) Un beso fuerte.

Filisteum dijo...

La hoguera, sin duda.

Como a ti, que hablas de Marías y no de la novela

:-)

Anónimo dijo...

Para eso ya están nuestro sexudos suplementos culturales, Javi. Es que una es frívola, atendiendo a su femenina natura... ;)
Beso.

Anónimo dijo...

Aunque tarde y mal, irrumpo en esta entrada para aclarar que el repetidas veces incinerado prologuista es del todo inocente, limitándose a transcribir, sin saberlo, el texto que el propio Lem le dictó desde el otro lado. Y es que, como menciona Antonio Tello, el querido señor Estanislao se deleitaba con borgiano placer urdiendo prólogos para libros inexistentes, y fue esto lo que indujo a escribir al injustamente carbonizado Marías. Y es eso, de nuevo, lo que ha sucedido con Ana, a la que Lem susurró en sueños de una noche febril una entrada de su blog que sólo hablara del prólogo, de SU prólogo.

La diferencia con el curruscante prologuista, fue que en el caso de Ana Lem se arrimó más para susurrar su mensaje, y que al acabar maldijo mil veces su incorporeidad mientras repetía con pesar "Lubię Cię".

Anónimo dijo...

Querido anónimo: No crea usted que no he seguido pensando en caso tan paranormal, y finalmente, pese a que la solución propuesta por usted es mas cinematográfica (casi casi me recuerda a Tarkovski), he llegado a la conclusión de que Fernando se confundió de libro, y que su prólogo en realidad estaba destinado a La Montaña Mágica, donde Castorp sí llega de noche y en tren hasta su amado sanatorio.
En cuanto a mí, siempre he pensado que la hoguera purifica más que las lágrimas, de donde no sería extraño que se me viera declarando a Lem o a quien fuere junto a las llamas ese amor que usted sugiere; al fin y al cabo, estamos cerca de San Valentín.
Un abrazo, amigo...

Ismael dijo...

Hola, me ha gustado mucho su blog. Esto que usted me cuenta, no es sorprendente y por ello, debería haber al igual que hay poetas, cuentistas o novelistas, también prologuistas.

Como anécdota le puedo contar que tengo una edición de Crónicas Marcianas prologada por Borges y muchas veces, cojo el libro únicamente para leer ese prólogo. Sin embargo, tengo una edición de Ficciones cuyo prólogo lo escribió Rodríguez Zapatero y se nota que desde luego, lo suyo no fueron las letras. Por aquel entonces, no era presidente aún y creo que le encargaron la redacción de ese texto por lo relevante que fue en ese momento su aparición al frente del partido. A veces, no hay mucho misterio a la hora de elegir a una persona para que se encargue del prólogo de un libro, pero por lo menos deberían hacernos creer que es la más indicada

Un saludo

Anónimo dijo...

Sahrazad: Que Zapatero prologue un libro llamado Ficciones (sea de Borges o de cualquier otro autor) me parece de lo más apropiado, si me consiente la chanza... :)
Saludos cordiales.