Celan, es bien sabido, murió en el agua. El puente Mirabeau fue el escalón que le condujo voluntario, el 20 de abril de 1970, al cobijo del seno sinuoso del Sena parisino. El epitafio silente de Celan –haciendo realidad el ideal último de Keats– quedó escrito en el murmurar de la corriente, leve y huidizo, como leve y huidizo fue el poeta mismo en vida.
“Se nos ha ido. Claro que podía escoger. A flor de agua, el cadáver tranquilo”. Así entrevió Henri Michaux a Paul Celan ahogado, en un homenaje literario póstumo que tituló “El camino de la vida”. Paradójica propuesta para escribir sobre una ruta hacia la muerte. O quizá no tanto, bien mirado. Los caminos de la vida y de la muerte configuran un confuso trenzado, un continuum en el que no siempre es fácil discernir la naturaleza de sus cabos. El cadáver flotante de Celan era tranquilo a los ojos de Michaux como lo sería el suyo propio de haber podido verlo. Como tranquilos aparecen los cadáveres de los hombres todos que han llevado una existencia frágil y febril. Cadáveres al fin en el camino de la vida.
Michaux y Celan compartieron, aun desde orígenes geográficos diversos (el primero desde Bélgica, el segundo desde Rumanía), y luego desde una existencia fuertemente itinerante en ambos casos, un mismo pedazo de siglo, con experiencias históricas idénticas. Ese acto común de compartir la Historia encontró su manifestación más inmediata en una también común hostilidad hacia el mundo, o al menos hacia una parte de él, como respuesta inevitable; hostilidad que halló, además, una forma sutil de exorcizarse en un particular empleo de la palabra. En concreto, la guerra y los efectos del nazismo en Europa, nefastos a todos los niveles, no sólo hollaron el ánimo ético de Celan y Michaux, sino que por añadidura lograron perfilar en ambos creadores un universo imaginario reiterado de aterradora y fascinante crueldad.
En el caso particular de Celan, estos efectos se hicieron especial y dolorosamente relevantes por su biografía misma, marcada por su explícita ascendencia judía y por la muerte de los propios padres en un campo de concentración (su padre por el tifus, su madre de un balazo en la cabeza), designio trágico del que el poeta nunca dejó de sentirse culpable. Paisajes de nieve inacabable formaron a partir de entonces el recurrente escenario estilístico del escritor rumano; paisajes de nieve de aspecto fantasmal, de una blancura insoportable y trascendente que se expresaba, por ende, en alemán: “¿Qué sería, madre, estirón o llaga,/ si yo también me hubiera hundido en la nieve de Ucrania?”. En el extenso poema “Fuga de la muerte” Celan recrea una desgarrada tragicomedia del dolor con una sintaxis aparentemente dislocada, sujeta en realidad a la estructura de una fuga musical: “... Grita que suene más dulce la muerte la muerte es un Maestro Alemán/ grita más oscuro el tañido de los violines así subiréis como humo en el aire/ así tendréis una fosa en las nubes no se yace allí estrecho./ Negra leche del alba te bebemos de noche/ te bebemos al mediodía la muerte es un Maestro Alemán/ te bebemos de tarde y mañana bebemos y bebemos/ la muerte es un Maestro Alemán su ojo es azul/ él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú/ vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete/ azuza sus mastines a nosotros nos regala una fosa en el aire/ juega con las serpientes y sueña la muerte es un Maestro Alemán/ tu pelo de oro Margarete/ tu pelo de ceniza Sulamit”.
En Michaux el horror, aun sin las vinculaciones personales de Celan, cobra forma espeluznante en la composición que él llama con destructiva ironía “El país de la magia”, un lugar de palabras en que surrealismo y distorsión son maestros de ceremonia inigualables: “Un hombre rara vez muere sin tener que deshacer algún pliegue. Pero ha ocurrido. Paralelamente a esta operación, el hombre forma un núcleo. Las razas inferiores, como la raza blanca, ven mejor el núcleo que el desplegado. El mago ve más bien el desplegado”. En otras ocasiones, Michaux es más abiertamente descarnado; así, en “La carta”: “La muerte alcanzó a unos. La cárcel, el exilio, el hambre, la miseria, a otros. Nos han atravesado enormes sables de escalofríos, lo abyecto y lo torcido nos han atravesado después. [...] No nos hemos reconocido en el silencio, no nos hemos reconocido en los aullidos, ni en nuestras grutas, ni en los gestos de los extranjeros. Alrededor de nosotros, el campo es indiferente y el cielo sin intenciones. Nos hemos mirado en el espejo de la muerte. Nos hemos mirado en el espejo del sello insultado, de la sangre derramada, del impulso decapitado, en el carbonoso espejo de las vejaciones”.
Ante este panorama estético, no es extraño que ambos escritores opten, por un lado, por una tendencia hacia una mística del pensamiento literario, sin evitar incluso traspasar las lindes de lo religioso (las menciones al respecto no son infrecuentes en ninguno de los dos); y por otro, por una radical desconfianza hacia el lenguaje, o al menos por un cuestionamiento del valor de la palabra, falta en su idealismo teórico de coherencia en relación con lo real.
El poeta belga demostrará su escepticismo en este último sentido a través de la violencia verbal, del quiebro lingüístico más audaz, de la desarticulación extravagante. El recurso a estupefacientes, tan habitual en poetas de épocas pretéritas, tampoco es desechado, ya a la edad de cincuenta y siete años y bajo estricto control médico. En Celan, el conflicto con la palabra toma forma literaria evidente en un libro como “Reja de lenguaje”, donde el título mismo sugiere el problema de la incomunicación, los barrotes que median entre el poeta y el lector, entre el poeta y el poema, entre el poeta y sí mismo: “Las losetas. Encima,/ bien juntos, los dos/ charcos gris-corazón:/ dos/ bocanadas de silencio”. Sin embargo, este conflicto verbal es aún más lacerante, pues no se detiene en un simple cuestionamiento de orden filosófico acerca de las posibilidades del nombrar, sino que llega hasta un aspecto tan obvio –y tan significativo al tiempo– como el del propio idioma de expresión. A pesar de su innata facilidad para las lenguas, a pesar de sus viajes y estancias por media Europa, la asunción dolorosa del alemán como lengua conscientemente elegida resulta una muestra específicamente reveladora; muestra inequívoca de ese “no dejar de dialogar nunca con las fuentes oscuras” que Celan propugnó en algún ensayo suyo. Sólo ahí cabe rastrear el porqué del alemán convulso que respira en los versos del rumano, ese alemán tan desestructurado y sufriente que hacía afirmar metafóricamente a Georges Steiner que “toda la poesía de Celan es traducción al alemán”.
Signos febriles y frágiles. Arte estremecido para hilvanar, según el decir de Michaux, una “experiencia solitaria y patética”.
“Se nos ha ido. Claro que podía escoger. A flor de agua, el cadáver tranquilo”. Así entrevió Henri Michaux a Paul Celan ahogado, en un homenaje literario póstumo que tituló “El camino de la vida”. Paradójica propuesta para escribir sobre una ruta hacia la muerte. O quizá no tanto, bien mirado. Los caminos de la vida y de la muerte configuran un confuso trenzado, un continuum en el que no siempre es fácil discernir la naturaleza de sus cabos. El cadáver flotante de Celan era tranquilo a los ojos de Michaux como lo sería el suyo propio de haber podido verlo. Como tranquilos aparecen los cadáveres de los hombres todos que han llevado una existencia frágil y febril. Cadáveres al fin en el camino de la vida.
Michaux y Celan compartieron, aun desde orígenes geográficos diversos (el primero desde Bélgica, el segundo desde Rumanía), y luego desde una existencia fuertemente itinerante en ambos casos, un mismo pedazo de siglo, con experiencias históricas idénticas. Ese acto común de compartir la Historia encontró su manifestación más inmediata en una también común hostilidad hacia el mundo, o al menos hacia una parte de él, como respuesta inevitable; hostilidad que halló, además, una forma sutil de exorcizarse en un particular empleo de la palabra. En concreto, la guerra y los efectos del nazismo en Europa, nefastos a todos los niveles, no sólo hollaron el ánimo ético de Celan y Michaux, sino que por añadidura lograron perfilar en ambos creadores un universo imaginario reiterado de aterradora y fascinante crueldad.
En el caso particular de Celan, estos efectos se hicieron especial y dolorosamente relevantes por su biografía misma, marcada por su explícita ascendencia judía y por la muerte de los propios padres en un campo de concentración (su padre por el tifus, su madre de un balazo en la cabeza), designio trágico del que el poeta nunca dejó de sentirse culpable. Paisajes de nieve inacabable formaron a partir de entonces el recurrente escenario estilístico del escritor rumano; paisajes de nieve de aspecto fantasmal, de una blancura insoportable y trascendente que se expresaba, por ende, en alemán: “¿Qué sería, madre, estirón o llaga,/ si yo también me hubiera hundido en la nieve de Ucrania?”. En el extenso poema “Fuga de la muerte” Celan recrea una desgarrada tragicomedia del dolor con una sintaxis aparentemente dislocada, sujeta en realidad a la estructura de una fuga musical: “... Grita que suene más dulce la muerte la muerte es un Maestro Alemán/ grita más oscuro el tañido de los violines así subiréis como humo en el aire/ así tendréis una fosa en las nubes no se yace allí estrecho./ Negra leche del alba te bebemos de noche/ te bebemos al mediodía la muerte es un Maestro Alemán/ te bebemos de tarde y mañana bebemos y bebemos/ la muerte es un Maestro Alemán su ojo es azul/ él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú/ vive un hombre en la casa tu pelo de oro Margarete/ azuza sus mastines a nosotros nos regala una fosa en el aire/ juega con las serpientes y sueña la muerte es un Maestro Alemán/ tu pelo de oro Margarete/ tu pelo de ceniza Sulamit”.
En Michaux el horror, aun sin las vinculaciones personales de Celan, cobra forma espeluznante en la composición que él llama con destructiva ironía “El país de la magia”, un lugar de palabras en que surrealismo y distorsión son maestros de ceremonia inigualables: “Un hombre rara vez muere sin tener que deshacer algún pliegue. Pero ha ocurrido. Paralelamente a esta operación, el hombre forma un núcleo. Las razas inferiores, como la raza blanca, ven mejor el núcleo que el desplegado. El mago ve más bien el desplegado”. En otras ocasiones, Michaux es más abiertamente descarnado; así, en “La carta”: “La muerte alcanzó a unos. La cárcel, el exilio, el hambre, la miseria, a otros. Nos han atravesado enormes sables de escalofríos, lo abyecto y lo torcido nos han atravesado después. [...] No nos hemos reconocido en el silencio, no nos hemos reconocido en los aullidos, ni en nuestras grutas, ni en los gestos de los extranjeros. Alrededor de nosotros, el campo es indiferente y el cielo sin intenciones. Nos hemos mirado en el espejo de la muerte. Nos hemos mirado en el espejo del sello insultado, de la sangre derramada, del impulso decapitado, en el carbonoso espejo de las vejaciones”.
Ante este panorama estético, no es extraño que ambos escritores opten, por un lado, por una tendencia hacia una mística del pensamiento literario, sin evitar incluso traspasar las lindes de lo religioso (las menciones al respecto no son infrecuentes en ninguno de los dos); y por otro, por una radical desconfianza hacia el lenguaje, o al menos por un cuestionamiento del valor de la palabra, falta en su idealismo teórico de coherencia en relación con lo real.
El poeta belga demostrará su escepticismo en este último sentido a través de la violencia verbal, del quiebro lingüístico más audaz, de la desarticulación extravagante. El recurso a estupefacientes, tan habitual en poetas de épocas pretéritas, tampoco es desechado, ya a la edad de cincuenta y siete años y bajo estricto control médico. En Celan, el conflicto con la palabra toma forma literaria evidente en un libro como “Reja de lenguaje”, donde el título mismo sugiere el problema de la incomunicación, los barrotes que median entre el poeta y el lector, entre el poeta y el poema, entre el poeta y sí mismo: “Las losetas. Encima,/ bien juntos, los dos/ charcos gris-corazón:/ dos/ bocanadas de silencio”. Sin embargo, este conflicto verbal es aún más lacerante, pues no se detiene en un simple cuestionamiento de orden filosófico acerca de las posibilidades del nombrar, sino que llega hasta un aspecto tan obvio –y tan significativo al tiempo– como el del propio idioma de expresión. A pesar de su innata facilidad para las lenguas, a pesar de sus viajes y estancias por media Europa, la asunción dolorosa del alemán como lengua conscientemente elegida resulta una muestra específicamente reveladora; muestra inequívoca de ese “no dejar de dialogar nunca con las fuentes oscuras” que Celan propugnó en algún ensayo suyo. Sólo ahí cabe rastrear el porqué del alemán convulso que respira en los versos del rumano, ese alemán tan desestructurado y sufriente que hacía afirmar metafóricamente a Georges Steiner que “toda la poesía de Celan es traducción al alemán”.
Signos febriles y frágiles. Arte estremecido para hilvanar, según el decir de Michaux, una “experiencia solitaria y patética”.
27 comentarios:
Por solitarios que ya estén, por lejos que se encuentren, hay hombres que siempre recordaremos.
Conocía el final de Paul Celan arrojándose al Sena, lo que no sé, es en que cementerio está enterrado. Casi todos elegimos en vida el lugar para vivir la muerte,
pero hay hombres que el azar desea que sus deseos no se cumplan y les lleva lejos de su patria, como a Machado, que está enterrado en Colliure. A Celan lo sacaron del agua, pero no sé el destino de su última morada.
Como ya sabes, Ana, por mi afición con el tema de la muerte, esta entrada me interesa muchísimo pues encuentro algunos pasajes de sumo interés para mí, y que añado a mis archivos, los cuales con tus aportaciones, están tomando medidas considerables.
"Grita que suene más dulce la muerte" del poema Fuga de la muerte, que yo desconocía, me lleva a rebuscar y estar ocupado en estas cuestiones, cosa que te agradezco.
Tengo deberes para varios días.
Te mereces un beso en el cuello.
Querido Fan: Celan se encuentra enterrado en el cementerio parisino de Thiais. Aquí puedes ver una fotografía de su tumba: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b3/Grave-Paul-Celan.jpg
Me alegra haberte descubierto "Fuga de la muerte", que es, sencillamente, uno de los poemas más importantes del siglo XX.
Recojo tu beso y sonrío.
Tanto por descubrir...
Me gusta que abras las ventanas, de cara al Sena, para acercarnos los paisajes de los poetas.
Besoss.
Los paisajes de la poesía con frecuencia nacen y mueren en las aguas, bella. Sé cauta y contémplalos desde la orilla. Beso.
Seguiré el consejo que les das a Leo. Pero quedarme en el orilla me va a costar demasiado.
Sin ser un ávido lector de poesía, siempre disfruto de lo que nos traes. Impresionante "Fuga de la muerte"; Que transmisión de sentimientos tan especial. Espero tener oportunidad de leerlo completo.
Un abrazo Ana.
Jesús.
Mi querido Doctor: Asegúrate de tener brazos poderosos para nadar en la corriente. O déjate arrastrar... En las aguas te espero. Beso.
***
Querido Jesús: Te aseguro que la lectura de Celan es tan ardua como gratificante. Hay una antología suya en Seix Barral con sus poemas más importantes, y además puedes encontrar sus obras completas en Trotta, magníficamente editadas. Feliz experiencia. Beso.
"Te aseguro que la lectura de Celan es tan ardua como gratificante." Tendré en cuanta tu recomendación, Ana. Pero ahora necesito otro tipo de lectura. Todo tiene su momento.
Besos desde la orilla
Es patética toda vida que sobrevive al horror, pero más cuando la sintaxis se manifiesta impotente para expresarlo. Excelente entrada querida Ana.
Ahora, ante la exuberancia del color de mi Argentina natal donde me encuentro, pienso que todo cadáver es el rastro de vida que deja la muerte. Besos transatlánticos.
Querida Elvira: Tal vez ese momento que Celan merece no esté lejos. Todo libro tiene su momento... y todo momento tiene su excepción. Un beso, bella.
***
Antonio: Sí, el cadáver como caligrafía fugaz de lo que fue... La caligrafía de los poetas tantas veces se debate entre la confusión de la vida y la eternidad de la muerte. Un beso porteño, queridísimo.
Hola Ana,
Yo también pasaba y salgo siempre fortalecido.
Beso con hambre
Gracias por tu rastro. Besos, Cristian.
Hola Ana, "febril y frágil" es un hallazgo genial para cerrar sonetos, esa forma que tan bien les va a los epitafios (algo ya hablamos ya de eso). Aventuro, jugando, un final:
Al borde del pretil, febril y frágil
a la sima del agua la memoria
se asoma. Sin vigor el cuerpo es ágil.
Huyendo a la dulzura cruel de abril
flotando por el agua va la historia
que no se quiere frágil y febril.
creía que tenías don y trabajo acumulado sobre él, pero veo que hay más.
Aprendo cosas con las que se crece, y curisoamente, no están en el texto. Están en la forma de proceder.
¡Se te escapa enseñar!
Un saludo.
Rafael, Fer: Sois vosotros los que dejáis algo aquí, en vuestras huellas. No lo sabéis, pero yo sí: esa es mi fortuna. Beso agradecido.
¡Qué guapa estás en tu nueva foto! Muy felices fiestas, que las pases como más te guste. Un beso navideño
¡Gracias, amiga Elvira! Ya tocaba renovarse... Beso con deseo de felicidad para ti.
Gracias Anita.
A Celán lo leí hace tiempo, en una de esas épocas idiotas por las que uno pasa que se vuelve adicto a la dopamina y la lástima y medio ensalza el suicidio.
Después del paso por el ejército, no he cambiado demasiado en lo importante, pero sí han cambiado mi estado anímico general y la consideración que tengo hacia el acto de quitarse la vida, que ahora mismo considero bastante inútil y narcisista... Fastidia uno más cuando está vivo. Me pregunto a propósito de Celán y otros ilustres suicidas, -Goytisolo, maricón...- qué tal me sabrían sus versos ahora... Haré el intento.
De nuevo muchas gracias, señora.
Un fuerte abrazo polar. (Agarráos por ahí que esta noche sopla de siberia y os vais a enterar...)
Escribiré un comentario más profundo. De momento dejo mi sorpresa por ese cambio de imagen en la entrada.
Paulus: El suicidio es una pasión inútil, sí, pero los suicidas dejan a veces buena literatura; es su mayor ventaja: nunca se mueren del todo. Hace un frío que pela, sí. Pero no a vuestro lado... Beso cálido.
***
Jesús: Renovarse o morir. Beso en espera de tu regreso.
Has cambiado la foto y estás guapísima y encantadora. Como siempre.
Pero esos labios rojos no los olvidaré por muchos cambios que hagas.
Si todavía me acuerdo de los zapatos rojos, como voy a olvidar tus labios...
Feliz Navidad, Ana
Un beso
Habrás más labios y más zapatos, Fan ;) Me apetecía cambiar, y esa imagen corresponde a un día feliz muy reciente. Cambiar, volver, cambiar... vivir.
Un beso rojo.
Habrás más labios y más zapatos, Fan ;) Me apetecía cambiar, y esa imagen corresponde a un día feliz muy reciente. Cambiar, volver, cambiar... vivir.
Un beso rojo.
La vida es es territorio incierto y frágil que recorremos con más o menos acierto hasta la muerte.
Escéptico, cariño: Ya sé que no nos tocó la lotería, pero anímate ;) Besísimo cierto.
Ana, querida: estás impresionante en la nueva foto. No me cabe la menor duda de que vas a empezar el 2010 arrasando, así que no me queda más que desearte una Navidad feliz y llena de amor.
Un beso grande.
Leo, preciosa: Un abrazo felino para ti y un deseo de dicha y literatura para tu 2010.
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