lunes, 29 de octubre de 2007

EL ÚLTIMO SUSPIRO

Por exigencias profesionales –un libro de traducciones de epitafios latinos próximo a aparecer y una conferencia inminente de lo más animado, ambientada en el sin par optimista dominio de los que ya han pagado a Caronte su moneda– me he visto sumergida en estos días en aquella ocupación que como nadie describió Quevedo: “Escucho con mis ojos a los muertos”. Los antiguos sabían bien que la otra vida, la que existe más allá de la muerte, hay que trabajársela en ésta, a poder ser por escrito y en piedra. Nada en ningún mundo existe hasta que no se escribe. Heidegger lo iluminó gráficamente: “La relación esencial entre muerte y lenguaje aparece como en un relámpago”. Las palabras sustituyen al rostro cuando éste ya se ha ido, e incluso el nombre escueto en su defecto –si no media mayor inspiración– cumple discretamente la tarea. Orestes, por pluma de Eurípides, lo tenía muy claro: “Mi cuerpo me es ajeno; sólo el nombre no me ha abandonado”.
Un amigo a quien aprecio me ha pedido saber más acerca de estos textos, conocidos en la terminología académica como Carmina Latina Epigraphica. Su peculiaridad, lo que los diferencia del resto de epitafios legados por el mundo clásico, está precisamente en su prénom: Carmina. Se trata, pues, de inscripciones versificadas. El hecho de ser inscripciones, y por consiguiente textos públicos –a la vista de todos–, tampoco es baladí. Ya subrayó el placentero Giorgio Colli en memorable ensayo las implicaciones del lenguaje literario que se vuelve visible y cotidiano.
Aunque las hay de muchos temas, las inscripciones de contenido funerario son seguramente las más atractivas. Su tono suele tender hacia lo emocional y lo solemne, casi como norma de estilo, pero no faltan ejemplos en que el humor o la amargura o el ingenio o el testimonio sorprendente –y en todos los casos, la personalidad más propia de su autor– se adueñan del texto, convirtiéndolo en una auténtica delicia. Junto al tono, también es esclarecedora en los poemas la recurrencia a ciertos tópoi propios: la apelación al viandante –derivada de la situación topográfica de los cementerios en el mundo antiguo (muertos y enfermos, en inquietante y mutua compañía, permanecían al borde de los caminos, a la espera del consejo o la lectura amable del viajero ocasional)–, el lamento ante la mors inmatura y su tiranía impredecible…
Dejo aquí una breve muestra de mis traducciones, que no poseen otro sabor que el de sus íntimos paisajes. Que sean tumba o tesoro, que hablen o callen, como sugería Valéry, siguiendo de su capricho los dictados...

Testimonio de una bella aniquilada por la envidia de los dioses…:

Artibus ingenuis cura perdocta suarum,
sortita egregium corporis omne decus,
non dum bis septem plenis praerepta sub annis
hac Corale casta condita sede iacet.
Ludite felices, patitur dum uita, puellae:
saepe et formosas fata sinistra ferunt.

A instancia de los suyos diestra en nobles
habilidades, hermosa en extremo,
arrebatada sin haber cumplido
los catorce, aquí yace la casta
Coral, en sede a ella dedicada.
Sed felices, muchachas, si la vida
lo permite: no es raro que las bellas
hayan de soportar hados nefastos.

… frente a la autosuficiencia de la mujer liberada:

Haec est quae uixsit semper natura proba.
Clientes habui multos, locum hoc unum optinui mihi.
Itaque quoad aetatem uolui exsegi meam.
Nemine unquam debui, uixsi quom fide.
Ossa dedi Terrae, corpus Volchano dedidi,
ego ut suprema mortis mandata edidi.

Aquí reposa la que con dulzura
vivió siempre. Amantes conté muchos,
mas este lugar fue cuanto obtuve.
Cierto es que hilé mi vida como quise;
nunca nada debí a nadie, viví
según la lealtad me aconsejó. Di
mis huesos a la Tierra, y a Vulcano
el cuerpo le entregué al llegar la hora
de acatar el dictado de la muerte.

Aquí el tacaño posesivo (abominable combinación, por cierto)…:

Quicumque legis titulum iuuenis, quoi sua carast
auro parce nimis uincire lacertos.
Illa licet collo laqueatos inliget artus
et roget ut meritis praemia digna ferat,
uestitu indulge, splendentem supprime cultum:
sic praedo hinc aberit, neque adulter erit.
Nam draco comsumpsit domina speciosus ab artus
infixumque uiro uolnus perpetuumque dedit.

Joven que lees esta inscripción y tienes
una mujer a la que amar: no ciñas
más sus brazos de oro con pulseras.
Si aun enjoyada se cuelga de tu cuello
y te ruega que premies con regalos
sus virtudes, procura no atenderla.
Ocúpate tan solo de sus ropas
y evita todo ornato aparatoso,
pues de este modo lograrás que eluda
al tiempo el adulterio y la rapiña.
Ve que a su dueña una valiosa alhaja
la muerte le causó, y a su marido
le infligió este dolor hondo y perpetuo.


… que no desmerece del tacaño capcioso y cutre (variante del anterior):

Si pro uirtute et animo fortunam habuissem
magnificum monimentum hic aedificassem tibi.
Nunc quoniam omnes mortui idem sapimus, satis est.

Si más fortuna que valor y arrojo
poseyera, aquí tumba magnífica
tendrías. Mas quizá te baste ésta
pues, de muertos, igual sentimos todos.

Para quienes piensan que en materia de gustos horizontales no todo está escrito:

Eo cupidius perpoto in monumento meo,
quod durmiendum et permanendum heic est mihi.

Con placer en mi tumba me pervierto,
que en ella para siempre moro y duermo.

Ejemplo de noble estoico:

Seu stupor est huic studio siue est insania nomen,
omnis ab hac cura leuata mea est.
Monumentum apsolui et impensa mea,
amica Tellus ut det hospitium ossibus,
quod omnes rogant sed felices impetrant.
Nam quid egregium quidue cupiendum est magis
quam ube lucem libertatis acceperis,
lassam senectae spiritum ibi deponere?
Quod innocentis signum est maximum.

Si llamarse debe estupidez este
mi esfuerzo, o bien locura, es cuidado
del que ahora me hallo libre. Elevé
este sepulcro a mis expensas, para
que amistosa la Tierra cobijara
mis huesos, deseo de todo hombre
que sólo alcanzan los afortunados.
Pues, ¿qué existe más digno o deseable
que, ya cansado, deponer el hálito
final de tu vejez en el lugar
donde te iluminó la libertad?
¡Qué señal tan excelsa de virtud!

Y por último... lo cortés no quita lo valiente:

Bene ualeas, quisquis es qui me salutas.

Vete con bien
quienquiera que seas tú
que me saludas.



Salud.

21 comentarios:

JML dijo...

Mi querida Ana:

Esforzado trabajo el de rastrear la muerte cuando sólo tiene el rostro de las palabras. Esforzado y hermoso. Tu texto me ha traído a la memoria la “Antología de Spoon River”, singular Dança de la Muerte donde todos bailan abrazados, contrariados con su suerte los poderosos, redimidos los humildes por los propios giros de la comedia humana. El epitafio, su mirada moral hacia la muerte, me sugiere un remedo de justicia divina, impartida por lo único divino que tiene el hombre: la palabra

Un beso de sepulturero

Anónimo dijo...

Mi adorado:

Muchas situaciones singulares debió de ver aquel abogado de Chicago para escribir su Antología... como una suerte de justicia orgiástica, tardía y secreta. Los muertos de Spoon River constituyen una secta. Más dulces son los epitafios de Pessoa: "Kiss, for that was our kiss".

La palabra, sí. Ese precio que pagamos a cambio de la vida. Dichoso árbol.

Un beso divino e insolente.

Sir John More dijo...

Nos beberemos ese libro con esta sed de vivos que miran de frente a la muerte, que la saben tan parte de la vida como la vigilia y el sueño. Puedo imaginar pocos paseos más reparadores que el que se da en un cementerio cualquiera, y llevo años soñando con la obsesión recolectora (para la que cada vez me siento menos capaz) de los gestos y las palabras que los vivos dedican a sus muertos. Así que tu libro será otro más de los guiños del destino...

Un beso agradecido.

tennisjournalist dijo...

Hola Ana, Lo que has escrito es sensacional. Apenas empecé a leerlo quedé atrapado por tus palabras y el recuerdo de los viejos epitafios.
Saludos.

Anónimo dijo...

Mi querido Sir: Encantada de haber sabido dejar una pista en tu camino. Un beso devoto.

***

Tennisjournalist: Siempre es un placer contar con tu visita. Los epitafios: juego de espejos fascinante. Un abrazo.

Luis López dijo...

Decididamente estaban locos estos romanos.

Anónimo dijo...

No sé, Luis... Los conozco más locos y más cerca... y vivos :-)

Antonio Torralba dijo...

Preciosos epitafios. Gracias por compartirlos. Me contaron uno muy gracioso; más o menos: "Con el cariño de todos tus hijos, menos de Carlos, que ni vino ni dio nada"

Anónimo dijo...

Antonio: Gracias por tu visita. Bueno, hay muchos que no habiendo sido ingeniosos en vida, lo son a la hora de la muerte :-)
Un beso.

leo dijo...

¿Se convertirán nuestros blogs en una suerte de epitafio?
No ha sonado muy alegre, ¿no?
No dejas de sorprenderme, Ana. Ya te pediré cuando decida seguir con mis estudios y tenga que aprobar el latín.
Besos, bella.

Anónimo dijo...

Mi querida Leo: No, creo que nuestros blogs son sólo espejos que, como Beyle, paseamos a lo largo del camino...

Por lo del latín no te apures: ya arreglamos lo que sea preciso :-)

Un beso para ti, preciosa.

MAX Y LULA dijo...

¿No tienes el epitafio de Aelia, creo que se llamaba? Decía algo así como que tenía sólo cuatro dientes, y que dos se los llevó una tos, ahora no recuerdo, pero era muy gracioso :-)

Aeterna Domus haec est :-)

Anónimo dijo...

Sí, lo he leído, pero yo sólo trabajo con epitafios en verso. Gracias por tu aportación y tu visita. Un beso.

Filisteum dijo...

Hola Ana:

Maravilloso el texto.

Gracias.

Te añado uno anecd´potico, del que lamentablemente no tengo el texto original ni el lugar exacto.

Una tumba romana, no sé si en Dacia, decía:

DA OTRO PASO Y CELÉBRALO: YA LLEGASTE MÁS LEJOS QUE YO.

:-))

BESOS

Anónimo dijo...

El célebre fatalismo dacio... :-))Beso grande para ti, Javier.

uminuscula dijo...

Jo, Ana, qué fiera! ;)
Me dejas impresionada...
¿Tienes puente?
Te escribiré antes de irme a México. Un beso.

Anónimo dijo...

Menuda viajera te estás hecha... Traerás cosas para compartir, seguro.
¿Yo, puente? ¿Qué es eso? :-D
Beso grande, transoceánico.

C.C.Buxter dijo...

Creo que ya hay varias asociaciones feministas que han solicitado la retirada del epitafio del avaro posesivo por incitar a la violencia de género y reproducir estereotipos femeninos propios del patriarcado...

Ahora más en serio, me ha gustado mucho esta entrada, en parte porque me gusta ir a los cementerios de las ciudades que visito (mi gran trauma adolescente fue no poder ir a los Inválidos...). Después de pensar en el "carpe diem" y todo eso, me he dado cuenta del pobre destino que le espera a la Ana de la Robla del futuro que intente escribir un libro sobre epitafios contemporáneos: ahora lo máximo que hacemos es enterrarnos con la camiseta de nuestro equipo de futbol...

Un abrazo solidario de una persona que tampoco sabe lo que son los puentes.

Anónimo dijo...

Querido mío: Tu primer párrafo creo que iba muy, pero que muy en serio. Cualquier día de estos me llega la citación correspondiente; ya te contaré...

Ahora lo de la falta de ingenio (versificador y del otro) lo solucionamos con la incineración.

Abrazo solidario con tu estudio incesante. Y un gran beso.

Emetorr1714 dijo...

Te sigo descubriendo más tesoros ocultos de tu libro. De verdad que ya no busco más hasta que lo tenga.
Hago mio un verso de un poema de Miquel Martí i Pol -al que adoro- y que te traduzco del catalán.

Me muero porqué ya no sé como vivir.

Por problemas técnicos he estado varias horas en el limbo y me he tenido que volver a registrar. Y no sé si te habrán llegado todos los comentarios, pero no importa porqué habrán más. Como también le he dicho a Elvira -por colarme en su blog te descubrí a tí- me quedo de OKUPA en vuestras casas.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Bienvenida sea tu estancia. Ocupa el aposento que prefieras. Un abrazo, amigo Fandestéphan.