lunes, 4 de febrero de 2008

LOS MISTERIOS DEL HEREJE

El enigma es el hombre. Tras una existencia cumplidamente convencional se oculta las más de las veces el misterio de los cabos sueltos. La memoria que nos libera de la sed, como dice Giorgio Colli, que nos torna dioses sin tiempo en lugar de mortales con las monedas contadas, refulge pálidamente en la superficie de una lápida, pero es la gran ausente de las biografías. Lo convencional es un recurso literario, un ejercicio de estilo patafísico para una prosa sin vestigios aparentes de originalidad. O tal vez se trate de lo que ha apuntado Agamben al trazar perfiles para el genio: ese pájaro posado en el hombro del espíritu, esa lechuza del alma que es el genius, no siempre se lleva bien con los resabios del ego más visible. El genio, pues, sepulta al hombre, jibariza su carne y se refugia en el arcano.
De Heinrich Ignaz Franz von Biber, de quien Juan Manuel Macías me pide unas palabras –no sé si estas le satisfarán–, se sabe poco y lo que se sabe debiera ilustrar más sobre la sombra que sobre el caminante. El octosílabo perfecto de su nombre es un espejismo literario, una ficción borgiana: Biber nació en 1644 como mero Herennicus Pieber –hijo de cazador, bohemio de raíces germanas y filiación latina: un no land’s man zarandeado por musicólogos autriacos y alemanes–, lo que fuera tal vez un heterónimo, un cuerpo apócrifo para la vida cubierto por los jirones desmadejados del arte y sus insomnios. Después todo fue una deserción, un viaje en pos de una tierra prometida. En Salzburgo encontró su acomodo decisivo el músico en quien Bach posara la memoria de sus ojos cincuenta años más tarde, al escribir su impecable Chacona de la Partita Segunda en re menor para violín solo (BWV 1004). Allí, en la ciudad de la sal, murió Biber –ya Von–, acicalándose para su última cita, en los alrededores del inminente y mítico Café Tomaselli; hay quien dice que se sentó en la misma mesa que Mozart, Von Weber, Bernhard o Karajan, pero esto no es posible, porque el Tomaselli tardó aún varios meses en abrir sus puertas a los salzburgueses y a la música.

Progresivamente fue Biber escalando puestos en la consideración imperial: Leopoldo I le obsequia con un collar de oro por la ejecución de las excepcionales sonatas para violín que un siglo más tarde conmocionaron a Charles Burney (“De todos los intérpretes de violín del último siglo, Biber parece haber sido el mejor y sus solos son los más difíciles y llenos de gracia que puedan encontrarse en cualquier música del mismo período que yo haya visto”, Historia General de la Música, 1776), obtiene en su cuarentena el anhelado título de Kapellmeister en la corte salzburguesa y a quince años de su muerte es ennoblecido como Biber von Bibern por el emperador, al tiempo que se le procura sustanciosa asignación crematística y doméstica (vino, pan y leña). Capas sucesivas para el corazón de la cebolla.
En todo ese tiempo, rodeado por la música en sus detalles más nimios –su esposa se apellidaba Weiss y una de sus hijas se llamó Anna Magdalena–, el compositor alumbró sus Misterios del Rosario (se calcula que en la década de los 70, alrededor de los 30 años de edad) y perdió a siete de sus once hijos, quizá dos de las claves más interesantes de su vida, en lo profesional y en lo personal. ¿Cómo afronta un padre, Herennicus Pieber, aun en los finales del siglo XVII, la partida definitiva de siete de sus vástagos? La religión debió de suponer un consuelo: Biber y su esposa pertenecían a sendas hermandades activas en Salzburgo. Sin embargo, la religiosidad de Biber (de la que tal vez provengan sus impostados Franz e Ignaz) resultó ser harto peculiar, y ello cristalizó precisamente en sus Misterios del Rosario, que supone una obra bien lejana de los presupuestos católicos del momento.
El Rosario es, por su etimología, un jardín o conjunto de rosas; en su significación religiosa, cada Ave María recitado implica una rosa de ese jardín, que se corta para ofrecerla a la Virgen. La rosa… que es con probabilidad la flor más plena de paganos significados amorosos de la civilización occidental: heterodoxa celebración virginal. Por lo demás, los Misterios del Rosario no presentan afección a las formas tradicionales de la música litúrgica. Quizá la scordatura característica del quehacer biberiano (esa forma de poder interpretar lo ininterpretable violentando las cuerdas del violín), junto a la sucesión de preludios, zarabandas, gigas o gavotas, sean los elementos que dotan de espectacular y atemporal osadía la deslumbrante obra ¿religiosa? del compositor bohemio. A ello habría que añadir la sensación etérea, remisa al corsé ritual, que respira en los Misterios, ligereza que pudiera responder a las veleidades del intérprete de no ser por el exacto orden formal que en realidad subyace a la composición. Una suerte de inusitada lucha entre eros y thánatos, entre dolor y placer, entre libertad y contención. ¿Cómo es posible?
Pero los Misterios, a la par, lo son también por las oscuras preocupaciones matemáticas que en ellos se detectan. Al igual que las geometrías de Spinoza inundaron los cuadros de Vermeer, la aritmética de Leibniz se agazapa en el Rosario biberiano: las 496 notas de La Anunciación encarnan uno de los números paradigmáticos de la perfección y en la sonata de La Resurrección se contabilizan 33 notas (edad del óbito de Cristo) en el bajo inicial de la composición. No en vano afirmaba el amigo Gottfried de la música que era exercitium arithmeticæ occultum nescientis se numerare animi (“ejercicio oculto de aritmética del alma, que no sabe hacer el cálculo por sí misma”).
¿Algo más que “mera música”? Herennicus Pieber, el hábil y enmascarado hereticus, nos está escamoteando la respuesta y nos la ofrece cifrada con indescriptible belleza. Hagan juego.

Escuchar La Anunciación (Sonata I). Versión: Odile Edouard, violín barroco; Freddy Eichelberger, órgano; Alain Gervreau, violonchelo; Pascale Boquet, tiorba; Angélique Mauillon, arpa. Sello K617.


Pueden comparar con la versión ya clásica de Reinhard Goebel, Phoebe Carrai, Konrad Junghänel y Andreas Spring, que se encuentra editada en el sello Archiv, y que les presento aquí:



16 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

Tengo la sensación de ser un primo lejano de la famosa Violante :). Qué bien. Y más que satisfecho. Cerrada ovación. Beso muy grande.

Anónimo dijo...

Sí, pero en esta ocasión no es un soneto el motivo, sino sonatas :-)
Beso para ti, mi queridísimo.

leo dijo...

Me gusta encontrarme nuevos nombres en este espacio tuyo. Estas presentaciones "extraoficiales" abren el apetito, pero me recuerdan la triste evidencia de que la realidad es inagotable y el tiempo muy escaso. :(
Graciñas, Ana, y un beso grande.

JML dijo...

Mi querida Ana, dime una vida que no tenga oscuridades, dime una memoria que no quiera entrar en ellas, con luz de palmatoria. La llama titilante afila las sombras como cuchillos, y nosotros miramos el filo de la oscuridad, sin miedo a cortarnos con lo que no sabemos. La herida no es esa, sino tal vez la que sugiere el comentario de leo: ¡Tanto por saber y tan poco tiempo para averiguarlo!

Abrazo con sonata y scordatura ;-)

Anónimo dijo...

Nombres nuevos, ojos nuevos. Bella aventura compartida, hermosa Leo. Un beso siempre grande para ti.

***
No creas, mi admirado Elperdedor: Lejos de lo que propones, lo que ocurre las más de las veces es que es muy poco pero muy concreto lo que hay que saber. El tiempo se nos va en averiguar dónde hay que posar exactamente los ojos.
Beso con pasacalle.

zeta dijo...

Con el poco tiempo que tengo alcanzo a decir únicamente la disculpa y que me encantó lo de las rosas...Un beso,adiós.

NUNCIO TAMALLANGOS dijo...

Querida Ana,

como con los dulces, con tus textos ocurre que uno siempre se queda con ganas de más.
Y seguramente sea una tontería mía, pero me ha encantado el detalle de observar el octosílabo del nombre. Gracias por descubrime a Biber.

Un beso.

Anónimo dijo...

Amigo Zeta: Gracias por tu visita al jardín. Un beso con pétalos.

***
Queridísimo Nuncio: Los golosos exquisitos por aquí son siempre bienvenidos :-)
(Y yo sigo esperando texto tuyo en tu bitácora).
Un beso con azúcar.

Jorgewic dijo...

Anita, en música todo tiene sentido porque duele y es placentero a la vez. ¿O era al reves? A ver si luego me acuerdo de colgar en mi lateral bloguero la "Rosenkranz-Sonaten" que tengo (Harmonia Mundi), con Manze y Egarr. Seguro que te va a gustar.
Besos

Anónimo dijo...

Mi querido Jorgewic: Esa versión la conozco y la tengo, es bella, pausada, muy reflexiva, a diferencia de la historiada de Goebel. De hecho, intenté colgar la preciosa Passacaglia en el post, pero el archivo se me resistió.
Un beso grande.

rubén dijo...

Tenía esta entrada reservada para un momento de calma y ha merecido la pena. Gracias una vez más por tu blog.

Jorgewic dijo...

Pues si, hija mía, en el "GoEar" en cuanto que te pasas y quieres subir algo de más de tres minutos ya empieza a ponerse estupendo. Es mejor subir la música directamente al "Rapidshare" y que cada uno se lo descargue luego a su bola, si le interesa o no (aunque si tienes activada la opción del Snap Shots -ya sabes, esas ventanitas emergentes- en el blog te deja escucharlos directamente). Algo es algo.
Un beso

Morgenrot dijo...

Mi más sincera felicitación por "Los misterior del hereje". El conocer a von Biber , escuchar su música y la definición que de la música realiza Gottfried, me han impactado muy gratamente.

La definición, repito, de Gottfried es absolutamente ARTE.

zeta dijo...

Por cierto,muchas gracias por la visita y por ese beso floral,me hizo sentir como una abeja...Suerte,adiós.

Paolo dijo...

Una de las más extraordinarias versiones jamás grabadas de las Sonatas del Rosario, la que Walter Reiter registró para el sello Signum, puede conseguirse ahora a precio de orillo en la benemérita Brilliant. Desde el corazón de la cebolla o la alcachofa, un beso.

Anónimo dijo...

Mi querido Rubén: Gracias por tu visita y por la reserva de tu tiempo. Un beso.

***
Mi Jorgewic: Pondré en práctica tus instrucciones. Si me pierdo en el proceloso piélago, sé a quien acudir :-) Besotes.

***
Mi preciada Morgenrot: Me alegra haberte aportado nuevos sonidos, nuevas palabras. Espero que sean pago suficiente a tus generosas visitas. Un beso afectuoso.

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Mi admirado Paolo: Qué magnífica noticia. No me había percatado de esa incorporación, y eso que siempre ando atenta a las novedades del catálogo Brilliant, que tantos placeres nos procura (ese Corelli, ese Couperin, ese Bach... qué magníficas versiones). A por ella voy. Un beso agradecido.