El discurso es un hilo. La rueca se devana en un suspiro con que tejer antídotos, conjuros contra la erosión del tiempo. Cuando la palabra está vedada o no es posible únicamente resta el hilo y su mensaje minucioso, la tela que filtra un rayo de luz en el desván oscuro del silencio, el tapiz que puede ser también heraldo de la vergüenza y de la muerte. “La tela es un lenguaje puro”, decía Roland Barthes, quizá mirando hacia los clásicos, concibiendo en el arcano la pureza.
La rueca o el telar son armas de mujer, el instrumento en que tañer su música sombría, la tabla muda de la salvación en el piélago monstruoso; el varón, abstraído por el enfático fragor del lógos y la guerra, las desdeña. Sólo el cobarde aspira a hilar, el temeroso. Sólo el poeta –que en latín encubre sexo de mujer, como mujer era por fuerza la vate visionaria.
El poema se transforma en una malla, en una trampa, en una piedra aleve que a su vez –los griegos lo sabían– es un escándalo. A Heracles le alcanzó el escándalo de su tropiezo, su obstáculo nel mezzo del cammin, al entregarse a la rueca de Ónfale, a su labor de hilo femíneo, al desordenado poema de sus sábanas calientes y bordadas. La hermosa reina lidia le arrebató la maza y la piel del león nemeo y a cambio le entregó la poesía, la facultad de decir en el mutismo turbio de los gineceos. La sabiduría brota a menudo desde el miedo, o de la humillación; el filósofo es un hombre que vive en el terror, una mujer disfrazada y temblorosa.
El discurso, pues, es hilo, y el hilo es fuego lógico arrebatado a los dioses que confían. El lenguaje arde en la rueca y así expugna el laberinto del rey Minos con su ovillo iluminado o quiebra el toque de queda del verbo viril empapelando el gineceo, sus celdas, con consignas encendidas que instan a la rebelión. Scherezade se subleva en el oriente y teje historias; Clitemnestra se subleva en occidente y teje alfombras. Ambas coquetean con madejas sustraídas a la muerte, ambas –ellas son dos, ellas son todas las mujeres– saben que el silencio es el precio puesto a sus palabras. Ambas son arañas y asesinas en potencia. Tal vez poetas. Su verbo es una sierpe, daga letal, un rayo breve. Littera victrix.
La rueca o el telar son armas de mujer, el instrumento en que tañer su música sombría, la tabla muda de la salvación en el piélago monstruoso; el varón, abstraído por el enfático fragor del lógos y la guerra, las desdeña. Sólo el cobarde aspira a hilar, el temeroso. Sólo el poeta –que en latín encubre sexo de mujer, como mujer era por fuerza la vate visionaria.
El poema se transforma en una malla, en una trampa, en una piedra aleve que a su vez –los griegos lo sabían– es un escándalo. A Heracles le alcanzó el escándalo de su tropiezo, su obstáculo nel mezzo del cammin, al entregarse a la rueca de Ónfale, a su labor de hilo femíneo, al desordenado poema de sus sábanas calientes y bordadas. La hermosa reina lidia le arrebató la maza y la piel del león nemeo y a cambio le entregó la poesía, la facultad de decir en el mutismo turbio de los gineceos. La sabiduría brota a menudo desde el miedo, o de la humillación; el filósofo es un hombre que vive en el terror, una mujer disfrazada y temblorosa.
El discurso, pues, es hilo, y el hilo es fuego lógico arrebatado a los dioses que confían. El lenguaje arde en la rueca y así expugna el laberinto del rey Minos con su ovillo iluminado o quiebra el toque de queda del verbo viril empapelando el gineceo, sus celdas, con consignas encendidas que instan a la rebelión. Scherezade se subleva en el oriente y teje historias; Clitemnestra se subleva en occidente y teje alfombras. Ambas coquetean con madejas sustraídas a la muerte, ambas –ellas son dos, ellas son todas las mujeres– saben que el silencio es el precio puesto a sus palabras. Ambas son arañas y asesinas en potencia. Tal vez poetas. Su verbo es una sierpe, daga letal, un rayo breve. Littera victrix.
26 comentarios:
Palabra, sombra de obra o sombra de renuncia.
Quién querría renunciar a sentarse a su protectora sombra, querida Ana...
Querido Francisco: Siempre bienvenido; acomódese en la sombra. Compartiremos palabras: fulgores o privaciones...
Y en otras ocasiones, ataviadas de parcas, las mujeres tejen vidas, destinos y muertes... que, quizá, sean también sólo palabras en boca de otros.
Como curiosidad, sólo me ha venido a la cabeza una rueca en manos de hombre: la de Gandhi. Vale, quizás, como excepción a la regla ;-)
Un beso
invitad@ quedas para revisar la nueva actualización del sitio
P A E N E U M B R A
http://penumbranido.blogspot.com/
para que solicites, disfrutes, comentes, votes, compartas, las obras expuestas...
agradeciendo puedas compartir tus comentarios...
Fé. - Coyote Sorge.
Mi querido Nuncio: Se agradece tu rescate, esa rueca para vadear la explotación... aunque sea una rueca absolutamente utópica. Quien quiera verla:
http://www.biografiasyvidas.com/monografia/gandhi/fotos5.htm
Vivir en un telar... Un beso entretejido.
¡ Otro hermoso canto a la magia femenina !.
Pero después de leer tanta belleza, me viene a la cabeza entre hijos, las tres Parcas. Tan hermosa metáfora de la vida, su curso y su final.
Maravilloso escrito.
Un abrazo, Ana
Hola Ana,
Me ha llegado un premio y he querido compartirlo contigo.
El café espera
Abrazo
Qué bella siempre tu visita, Morgenrot. Un beso.
***
Querido Cristian: Qué dulce sorpresa la de tu generosidad. Tu regalo ya figura en el lateral de esta casa... Pensaré en mi propia "camada" :-)
Beso agradecido.
El silencio del hombre es silencioso, en el silencio de la mujer se esconden los secretos más profundos de la tierra.
Maravilloso texto, como siempre, besos.
Todo acto secreto es una pequeña venganza... Un beso, querida Idea.
La poesía, sáfica y seráfica… Ahora lo sé: el verdadero sexo de los ángeles es una palabra secreta y sabia, escondida en el seno de un corazón cobarde…
Beso desmadejado
Poesía, a veces cobarde, siempre delatora, la más muda de las voces: sus palabras escritas en el agua.
Un beso con madejas, queridísimo..
Pienso que sin miedo el hombre no hubiera tenido el mismo interés en averiguar para su provecho sobre las cosas que lo rodeaban, a la larga creo que es eso la sabiduría, saber lo que ignora, o lo que muchos ignoran,mejor dicho.Me gustó mucho esa parte, y sobre que los poetas eran considerados afeminados, vaya cosa, ahora es por el aspecto o por el trato que te etiquetan así...También pienso que si la mujer tiene como arma a la rueca la mejor forma de acabarnos a todos es dejando de tejer, dejar que el frío se coma los huesos...Una muerte bastante dolorosa y pasional, lindo...Suerte, cuidese mucho y teja demasiado, adiós.
Mi querido Zeta: El miedo ha inspirado acciones ciertamente sorprendentes entre los humanos...
Por el momento no dejaré de tejer :-)
Un beso.
Sí, sí...con la rueca se puede tejer o enredar. Brindo por las mujeres malas que predican con el ejemplo.
Busbury
¿Conoces muchas? Espero que sí.
Beso con copa en alto :-)
Joe, Ana, qué delicia leerte.
Sí, como el miedo al frío y a la muerte, de seguro por eso la gente teje, ya sea material o inmaterialmente...Suerte con el resultado...^_^
u: Qué bueno tenerte por aquí. Besito.
***
Zeta: Tejemos contra el tiempo, amigo, sobre todo contra el tiempo...
Qué maravilla de texto, Ana. Me han entrado ganas de ponerme a tejer inmediatamente, esos tapices que desvelan sus auténticos secretos a quienes se les ocurre leer el reverso.
Un abrazote y buen fin de semana.
Qué razón tienes, mi querida Leo. Las pistas siempre residen en el bastidor, en las hilachas inconexas del reverso; el otro lado del espejo.
Un beso de tejedora a tejedora.
Queriendo ser eternos,tal vez;aunque pensando de modo pesimista no sé si la naturaleza fue mediocre al darnos sólo menos de 100 años o si fue excesivamente sabia...
Hola Ana:
Actualmente dirijo un dcou sobre mujeres y me gustaría ponerme en contacto contigo.
En que email te puedo ubicar?
Hola, CA. Puedes localizarme en aspasiana@terra.es
Saludos.
Mira por dónde acabo de leer en Chateaubriand que durante la revolución francesa los nobles que se quedaban en sus casas de provincia recibían ruecas de los emigrados, como sofisticada manera de llamarlos cobardes.
Todo decae, hasta los símbolos. Hoy, para el mismo fin, imitamos el cloqueo de una gallina.
Muy lindo texto .. Hace tiempo que quiero ubicarte, ya que me gustaría citar un párrafo en un docu que estoy preprando como tesis de máster.
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