Algunas ciudades y algunas mujeres tienen en común el misterio que Ovidio deslizaba en su Ars amandi. Que el amante no vea los frascos desparramados sobre el tocador: el artificio embellece siempre que se mantenga en secreto. Amantes y viajeros son la misma cosa: arqueólogos alucinados en la noche y al alba asesinos en serie. En sus primeras horas la ciudad se torna una mujer astuta, se guarda del instinto animal del soñador despierto. El hombre es un dios cuando sueña y un poeta indigno en la vigilia. Con cantos de hechicera la ciudad encubre sus maniobras algo tristes de boudoir, los afeites indulgentes con su belleza ajada, las desnudeces sucesivas de su piel capeada por los años. Aquí y allá las huellas, ante la mirada cóncava de lares y penates. Los cercos de humedad son palabras maculadas que afloran a los labios cárdenos del tiempo, un discurso venenoso de cónyuge cobarde, la venganza enquistada de un beso que fue de amor un día y ahora ofrece el tacto y el sabor del óxido en su lengua.
En esa descomposición y en ese odio la ciudad levanta su reflejo airado, su identidad a merced del acqua alta. Sólo en las aguas –también en el amor más terso e imposible– nada es y nada se destruye. La ficción del lienzo que se agita es una presa etérea y codiciada; su memoriosa perfección, su seducción de réquiem. El viajero vaga por los canales tremolantes como un saqueador de tumbas, sin saber que el objeto de su expolio es la ceniza perfumada de los días.
En esa descomposición y en ese odio la ciudad levanta su reflejo airado, su identidad a merced del acqua alta. Sólo en las aguas –también en el amor más terso e imposible– nada es y nada se destruye. La ficción del lienzo que se agita es una presa etérea y codiciada; su memoriosa perfección, su seducción de réquiem. El viajero vaga por los canales tremolantes como un saqueador de tumbas, sin saber que el objeto de su expolio es la ceniza perfumada de los días.
La barca regresa y se detiene, ya sin pasajero ni equipaje. Su quilla oscura aguarda el tintineo de un óbolo, otro más, para sajar de nuevo el espejismo ondulado de las aguas.
30 comentarios:
Querida Ana, tal vez por eso, quien escribe no hace otra cosa que proteger para siempre el beso “del sabor óxido en su lengua” ocultándose del paso de tiempo, porque las palabras no envejecen.
Como siempre, si es que hubiera artificios en el texto, permanecen al abrigo del misterio.
Un beso I
Hermosa Idea: Sí, la escritura es una dama que rehúye el insistente cortejo del tiempo. La soledad es preferible al atisbo de la descomposición.
Beso sin afeites.
Precioso escrito con sabor a beso ondulado y marino.
Beso azul del "Mare Nostrum".
En Venecia es muy difícil no ver "los frascos desparramados sobre el tocador", pero no pierde su misterio.
Un beso "a secas"
Querido Luis: Beso para ti con el balanceo de la góndola.
***
Mi esperado Rubén: Tienes razón en que los afeites de la ciudad del agua son visibles, tanto como los rastros de su decadencia. Tal vez sea Venecia una anciana dama pintada en exceso, pero una dama al fin y al cabo.
Beso sin maquillajes.
Ana,
Tu prosa siempre elevada como esas aguas.
Ahora que conoces el camino de vuelta sabes describir con detalle el itinerario.
Beso
Queridísimo Cristian: Escribir siempre es regresar.
Agradecida. Beso con vuelta.
Fantàstic =)
Ana, vengo de los panes y los peces.Y llevo unas horas saqueando, empapándome de este precioso blog. Felicidades.(¿Por qué no lo hice antes?)
Anónimo: Grazie mille :-)
***
Mi querido Doctor: Bienvenido a este nuevo (para ti) espacio. Saquea a tu gusto: estás en tu casa.
Beso.
Querida:
Veo que frecuentamos los mismos espejismos, nadamos en su reflejo invertido, codiciando lo que está al otro lado del lienzo de la ruina: recuperarnos a nosotros mismos.
Es hermoso leerte; aquí no hay “frascos desparramados sobre el tocador”…
Beso sin óxido.
Recuperar... Pensar en lo que fuimos, o en lo que nunca seremos. El espejismo calma nuestra sed de irrealidad, refleja nuestras agónicas brazadas en el aire.
Un beso intenso, mon frère, querido J.
Este escrito es de una lucidez maravillosa. No nos gusta que las cosas sean así. Inventamos lo que sea para que no lo parezcan. Y en esa gracia está la gracia de la vida.
Por eso el poeta es un fingidor. Por eso las ciudades se enmascaran y por eso sus paseantes son asesinos en potencia. Por eso leemos y ponemos banda sonora al mundo.
Gracias por venir, Antonio. Un beso.
¿Y no sería más sencillo para todos aceptar lo que hay, y punto?
Nos perderíamos magníficas ficciones, pero...
Soberbia entrada, Ana, como siempre.
Besos.
Al parecer estvo muy poética al momento de escribir esto, y pienso que no podría haber sido de otro modo, ya que de cierto modo habla de la mujer, con la cual siempre es correcto usar poesía. Otra cosa que me llama la atención es lo que dice Ovidio del artificio, algo, según creo, bastante relacionado con los sueños, tal vez con la necesidad de que estos nos levanten más que la realidad...Lo demás no sé, las casas, las estructuras en sí, me parecen colosos que están ahí por ninguna razón en especial,¿para proporcionar resguardo?Yo creo que también sirven de excusa para crear vidas que los otros no puedan ver ni juzgar... En fin, espero tener óbolos en el bolsillo o en la mano cuando muera...A usted espero que no le cobren, besos de muerte, chao...Por cierto, dios siempre va en minúsculas, y cuando no seguro no es dios, es el diablo...Besos de más...
¿Aceptar lo que hay, querida Leo? Sin ficción no hay vida, o la que hay merece muy poco la pena. Beso entre realidad y sueño.
***
Sin óbolos no hay viaje, querido Zeta. Sería mal asunto llegar con deudas al otro mundo :-) Beso en mayúsculas o munúsculas, a su elección.
Pero pienso que los dioses siendo dioses pueden darse cuenta que algunos no son o no merecen pagar por un viaje que de antemano merecen, supongo que hacen bien las distinciones, y usted se merece mínimo un gesto divino, en mi caso no me importaría andar de errabundo,hay algo de disfrute en eso...O_o.Besos, mi diosa, chao...
Querido Zeta: :-D Besos desde mi Olimpo de andar por casa.
Me encantó este post. Es una lástima que no lo haya leído.
Y no digas que fue un sueño.
:-)
Querido Javier: Alejandría se aleja. Todas las ciudades se alejan. Sólo nos queda el reflejo de las palabras para combatir el abandono. Beso con amapolas :-)
Besos de inentendible mortal... U_U
Ana,
Triste la mirada de aquel "que acaba por ajar la rosa que venera". Prefiero su mirada y sus palabras, que saben sortear el discurso del polvo.
También hay amaneceres sin sangre. Usted lo sabe y los merece.
Fran: Triste esa mirada, más triste aún la rosa, me temo.
Tal vez haya amaneceres sin sangre; de los atardeceres no estoy tan segura...
Beso para usted, que lo merece.
Quizás son los pequeños y grandes secretos que cada ser guarda, para mantener el misterio...aunque todo se desvanece con el tiempo
Ana, maravilloso tu relato. ¡ Cómo echaba de menos tu compañía !
Besos
más alla del tiempo
más acá del corazón.
me encantó lo que leí. amiga
besotísticos para ti
M
Hermosa Morgenrot: El auténtico misterio jamás se desvanece...
Un placer tenerte merodeando por aquí.
Beso.
***
Amigo Matlop: Del corazón cerca en exceso... Beso agradecido.
Se puede escuchar el cadencioso golpe de los remos en un canal nocturno que Ovidio aprobaría.
Al fondo, Bizancio como Venus emergiendo entre las aguas.
El maquillaje ejerce su magia en la complacencia de la noche. Al amanecer Bizancio se protege de la luz tras una sábana. Gracias, amigo Ángel.
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