martes, 6 de enero de 2009

AMOR CORTÉS

La pareja de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí siempre ha sido contemplada por los investigadores con numerosas reticencias, que afectan a lo estrictamente privado de su vida matrimonial pero también a lo profesional, en concreto a la autoría de poemas o traducciones y asimismo a las relaciones entre ellos en este delicado ámbito. En estos días releía una preciosa edición de la correspondencia entre Juan Ramón y Zenobia que editó Manuel Arce en los años 80 en su Colección de Libros de La Isla de los Ratones, con prólogo del refinado crítico literario Ricardo Gullón. Le tengo particular afecto a ese volumen, más allá de su propio valor como epistolario, y como epistolario ya prácticamente inencontrable, porque fue un regalo personal de Manuel Arce.
Las cartas entre los dos novios pecan de una inocencia tan extrema como enternecedora, y se hallan bien surtidas de pequeños enojos y susceptibilidades (en especial por parte de Juan Ramón). También dan testimonio de una Zenobia esquiva en los comienzos, aunque caudalosa en su escritura epistolar, y de una apremiante y pragmática preocupación por la subsistencia económica. En todo caso, no deja de sorprender el tono discursivo de la pareja, con más peso testimonial que literario, pues tratándose de cartas de dos personas tan ligadas al ejercicio de la escritura, cabría esperar una mayor riqueza y densidad estilísticas. La lengua del amor desborda cualquier propósito de medición...
Zenobia murió en 28 de octubre de 1956, a los tres días de serle concedido el Nobel al poeta. Parece que Juan Ramón quedó sumido en una fuerte depresión, y que uno de sus refugios emocionales era la relectura de la copiosa correspondencia mantenida con su novia y esposa, aunque a veces esta actividad le alteraba de tal modo que los médicos le disuadían de llevarla a cabo. No es de extrañar: según se desprende de los propios Diarios de Zenobia, recientemente publicados, el difícil y obsesivo poeta de Moguer dependía casi absolutamente de ella en todo –en todo lo ajeno a su obra, por supuesto, que es como decir en prácticamente todo–. Juan Ramón Jiménez murió un año y medio más tarde, de una bronconeumonía, en el mismo hospital en que había fallecido su esposa.
Ambos trazaron recíprocamente una visión íntima del otro, más sintética en el caso de Juan Ramón. Estos peculiares "retratos" se encontraron entre la documentación que del poeta se guardaba en la Universidad de Puerto Rico. Sus prosaicos testimonios son más elocuentes de lo que a simple vista pudiera parecer…

Zenobia vista por Juan Ramón (manuscrito por Zenobia y firmado por Juan Ramón)
Zenobia: eres graciosa, intensa, encantadora; fina de cuerpo y alma; amas lo humano y percibes lo divino; sientes la naturaleza, la música, la pintura, la poesía, la filosofía, la historia, todas las artes y todas las ciencias. Eres buena compañera de hogar, de viaje y de trabajo. Siempre estás dispuesta a trabajar o a gozar. No eres interesada. Eres cumplidora, digna y generosa. No pides nada a nadie. Das todo. Te acomodas a todas las circunstancias y las resuelves alegremente. Ríes siempre, a veces por no llorar.

Juan Ramón visto por Zenobia (manuscrito por Zenobia, incompleto)
Juan Ramón, cuando está cerca, es todo ojos. Lo demás es un contorno armonioso que los acompaña, excepto la sonrisa, que casi puede igualarse con los ojos.
El mejor momento de Juan Ramón y el más largo de su vida es cuando está trabajando en su obra, completamente olvidado de sí mismo. Nunca es más feliz que cuando está escribiendo, corrigiendo, perfeccionando… Después de un gran día de trabajo, cuando se permite algún recreo, dice con satisfacción que ha podido gozar plenamente en el ocio porque ha cumplido bien con su trabajo antes.
Su carácter es del todo diferente en sus temporadas fecundas de lo que es en las áridas. No tiene términos medios, o está muy bien o está muy mal.
La única dolencia real física que le conozco la lleva con una extrema paciencia aún cuando en las etapas exacerbadas le produzca desaliento.
Sus defectos principales son el no aceptar casi nunca la responsabilidad de su culpa, por muy insignificante que sea, y la suspicacia para dolerse de cosas insignificantes. Además es muy egoísta, pero a medida que pasan los años, en este defecto que tanto lo dominó en su juventud, ha hecho un gran progreso: se esfuerza por recapacitar cuando se le advierte y procura y logra grandes mejoras. En esto verdaderamente ha ahondado mucho, sobre todo en las temporadas en que su vida es serena y tiene tiempo de pensar. En temporadas nerviosas no hace el menor esfuerzo por dominarse y llega a una crueldad increíble en el egoísmo cuando se trata de la manía especial en boga en el momento.
Al lado de esto es también de una generosidad emocionante en que todo lo quiere dar y en que le da una gran alegría el proporcionarle una satisfacción o gusto a cualquiera, aun cuando se trate de un desconocido...

24 comentarios:

Elvira dijo...

Interesante entrada, Ana.

Tengo un ejemplar de la primera edición de Belleza, de 1923, donde pone Juan Ramón J. y Zenobia C. de Jiménez, EDITORES de su propia y sola obra. El copyright también aparece como de los dos.

Cuando intento ponerme en el lugar de Zenobia... no debía ser fácil. Bueno, ¡quién sabe!

Tú sabes alemán, ¿no? Es que al principio del libro pone una cita de Goethe sin traducir:

"Wie das gestirn,
ohne hast,
aber ohne rast..."

Y luego dedica el libro "a la inmensa minoría".

Acabo con estos versos de J.R.J., ya que amas tanto la música:

"¡LA música;/ -mujer desnuda,/ corriendo loca por la noche pura!-"

Besos de buenas noches.

Anónimo dijo...

Elvira: No debe extrañarte la publicación de libros de JRJ en conjunción con Zenobia, dado que ambos se dedicaban a la labor editorial, entre otras actividades, como medio de subsistencia. Las especulaciones acerca de la autoría intelectual de poemas han saltado en los últimos años después del descubrimiento de chanchullos literarios como el que mantenía Gregorio Martínez Sierra con su sacrificada esposa, María Lejárraga, al parecer autora de los textos de aquél. Martínez Sierra y JRJ andaban en buenas relaciones... lo que no significa absolutamente nada. Sí se ha discutido bastante, por ejemplo, aunque no sólo, acerca de la traducción que realizó Zenobia de los poemas de Tagore, en el sentido de que se supone -otros no piensan lo mismo- que JRJ los pulió antes de que Zenobia los publicase. Es fácil entender que en este tipo de cosas es complejo precisar los límites de la actividad intelectual, pero no creo que quepa pensar con JRJ en un caso paralelo al del lerdo de Martínez Sierra.
La dedicatoria de Goethe que citas pertenece al libro Los Años de Aprendizaje de Wilhelm Maister, y significa "Coma la estrella/ sin prisa/ pero siempre sin pausa". Fue una dedicatoria que JRJ empleó en Belleza (perteneciente a su llamada "segunda etapa") y en varios de sus libros.
Gracias por el verso, queridísima.
Beso.

Elvira dijo...

¡Gracias Ana! Ya sabía que se dedicaban a la labor editorial, pero lo que no tenía claro es si reconocían así una autoría conjunta. Y gracias por la traducción también, es bella la cita de Goethe.
Besos

Anónimo dijo...

Vaya, me doy cuenta de que he escrito en mi respuesta anterior, en la traducción, "Coma la estrella", cuando obviamente es "ComO la estrella".
Besos.

Rukaegos dijo...

Vaya, jeje, parece que a los dos nos ha encontrado la Epifanía en compañía de Manuel Arce :)

Elvira dijo...

:-) Dicen que no hay libro sin "erata".

leo dijo...

Me han gustado esos fragmentos que rescatas: es verdad que dicen mucho más de ellos de lo que está escrito.
Es difícil leer algo sobre JRJ donde no le critiquen por su forma de ser (no por su obra).
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Ruka: Ya me he pasado por tu casa. ¡Qué casualidad! Lo cierto es que es difícil no evocar con gusto a Manolo Arce. Besote para ti.

***

Elvira: Como curiosidad te contaré que a la revista de Manuel Arce, La Isla de los Ratones (comenzó como revista y con los años se transformó en colección de libros), le llamaban en broma La Isla de los Erratones, ya puedes imaginar por qué :-)
Beso cierto.

***

Leo: El difícil carácter de JRJ seguirá dando mucho que hablar. Supongo que, de algún modo, es indisoluble de su obra y de la persona de Zenobia, con quien colaboró tan estrechamente... Esa dualidad persona/obra ha pesado mucho en ciertos autores; es difícil desligarlo, ¿verdad? ¿quién no tiene ojeriza a algún autor por sus actos privados?
Beso grande.

Luis López dijo...

Esta literatura insolente se me apodera, con perdón de los presentes (que diría mi abuela). Buen año.

Anónimo dijo...

:-)
Buen año también para ti, Luis.

Pirata de Mar y Cielo dijo...

Ana, semilla. Hace poco, en un vídeo, te escuché leer algunos de tus haikus. Si no es mucho pedir, ¿crees que podrías enviarme (o regalarnos) algunos otros? (¿Y también algunos versos de La sombra sostenida [preciosa frase]?)
Aunque algo tarde, beso de Año Nuevo.

Anónimo dijo...

Querido Pirata: Más haikai los puedes encontrar en mi bitácora de poesía, Poemática (en el lateral a la derecha tienes el enlace). Por lo demás, rescataré un par de poemas de La Sombra Sostenida para ti... aunque están ya un poco lejanos...
Beso de Año Nuevo con mis mejores y más especiales deseos para ti.

Elvira dijo...

"La Isla de los Erratones", jeje, muy bueno. Beso

Marino Baler dijo...

Excelente historia pero permíteme que rompa una lanza a favor de Margarita Gil Röesset, el primer amor de Jiménez que se suicidó cuando este se enamoró de Zenobia.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Estimado Marino: En primer lugar, bienvenido.
La de Margarita Gil es una historia triste de la que en realidad los detalles se desconocen, en tanto ella era amiga de Zenobia e incluso trataba a los esposos con cierta regularidad. Parece evidente que JRJ tuvo algo que ver con el asunto, pero algo más debía de haber... En cualquier caso, si se suicidó por JRJ, está claro que no lo conocía muy bien...
Un cordial saludo.

Morgenrot dijo...

Original post repleto de historia y de lo íntimamente humano.

A Juan Ramón,no sé por qué motivo, ya me lo imaginaba según la realista descripción de Zenobia. Cierto es que nunca, como persona, me atrajo el poeta.
Entre la idílica y poética vista de JRJ para con Zenobia, la de ella es sumamente realista e inteligente, " lo clava ", con dulzura pero con contundencia.

Enternecedora mirada a lo biográfico.

Fuertes besos, Ana

Anónimo dijo...

Ana de la Robla...
Me gustaría saber, si puede ser ello, de dónde sale tu afirmación (insana :-P) de que, "si Margarita hubiera conocido a Juan Ramón muy bien, no se habría suicidado..."
Gracias de antemano por responder.

De paso, me permito dejar un enlace, para que Margarita (gracias Marino por hablar de ella) deje de ser la gran desconocida que es, al menos en cierta medida...
Fue una mujer que amó.
Fue una mujer que vivió.
Fue una mujer que murió.
Sí. Fue todo eso.
Pero también fue muchas otras cosas.

La sombra del poeta era (es) larga.
Zenobia (por eso me parece desproporcionado tu comentario) fue su esposa, compañera, amiga, amante (y todos los restos que se nos puedan ocurrir) hasta los últimos días de la vida de ambos, y no dejó de ser ella.
Juan Ramón no habría sido lo que fue (es) sin Zenobia.
Ella, Zenobia, quizás sí lo habría sido sin él, pero menos...
Ambos se complementaron.
Ambos hicieron que el otro creciera, descubriera, evolucionara.

Margarita tenía su destino cruzado con la vida, el destino de ambos, pero no más allá.
El suicidio se hace porque se "necesita". Porque se decide, porque sí.
No fue culpa de alguien.

De nuevo, gracias por responder.
Saludos.
Que os vaya bonito!

zeta dijo...

A mi parecer las palabras de ella muestran más esa literatura amorosa que todo desborda; él es más formal, por no decirle mecánico. El dato de que murió a los tres días del Nobel no lo conocía, y me parece interesante pensar que la repartición de almas la hace un incompetente: a unos les da las almas completas, a otros les da sólo la mitad; la otra, vaya Dios a saber... Interesante; suerte.

Anónimo dijo...

Hermosa Morgenrot: Supongo que pocas son las personas que tienen a JRJ en especial estima más allá de sus cualidades literarias. Zenobia, por supuesto, parece que le quiso, y me imagino que no habrá sido la única persona de su entorno que apreció al poeta. Sin embargo, al conocer de algunos literatos, artistas, científicos… desagradables detalles privados al margen de sus obras, es inevitable que nos formemos una opinión añadida que con frecuencia no es favorable (Ted Hugues, Albert Einstein, T.S.Eliot… son sólo algunos de los casos que todos podemos recordar).
Zenobia en su retrato de JRJ se muestra pragmática y cariñosamente sufrida, pero también mucho más profunda que su esposo en el mismo ejercicio… con ser él poeta. Es algo que también se refleja en su correspondencia amorosa. Por lo demás, recomiendo la lectura de los diarios de Zenobia para ahondar en este peculiar retrato indirecto que de sí mismo realiza esta admirable mujer.
Un beso siempre, queridísima.

Anónimo dijo...

TenTa: En mi afirmación de que Margarita no se hubiera suicidado de conocer bien a JRJ late –creí que era evidente- una palpable ironía. En todo caso, ni por JRJ ni por nadie: absolutamente nadie merece que quienquiera que sea se suicide por él. Desgraciadamente, el suicidio es un asunto muy triste, TenTa, y muy complejo. No se despacha con que alguien, como usted dice, “lo decida porque sí”.
Por lo demás, creo que me ha malinterpretado. Yo en ningún momento he dicho que Zenobia dejara de ser ella por su convivencia con el poeta de Moguer, ni que no amara a JRJ, aunque por otra parte eso es algo de lo que en realidad ni usted ni yo podemos hablar desde el púlpito de la certeza, porque no hemos vivido su intimidad doméstica. Sólo nos quedan retazos de vida, cartas, unos diarios de los que extraer conclusiones, que en cualquier caso serán parciales. Sin embargo, en lo que se refiere a JRJ, me permito decir que, a diferencia de lo que usted sugiere, el poeta sí hubiera sido lo que fue: porque la genialidad del arte acaba siempre por brotar y desarrollarse, a la mínima ocasión, y sobrevive en toda circunstancia.
En cuanto a Margarita, me he limitado a comentar, precisamente, que no me parece atribuible EN EXCLUSIVA a JRJ la responsabilidad de semejante acto, aunque sea esa la opinión más extendida.
Gracias a usted por su intervención. Be welcome.

Anónimo dijo...

Mi querido Zeta: Pues como acabo de contestarle a Morgenrot, estoy totalmente de acuerdo con su apreciación. Le recomiendo a usted también la lectura de los diarios de Zenobia; deparan sorpresas agradables y un retrato de primer orden. Un beso transoceánico.

Cristian M. Piazza dijo...

Hola Ana,

Como habrás notado, ando un tanto de cabeza con los horarios. Vivo a destiempo y eso le da una cierta emoción a esta etapa de la vida, espero.

Te quería dar las gracias por "Uno de Enero", es tu manera de materializarte a distancia. Muy bien que lo haces.

Los epistolarios son escritura deshinibida, son fascinantes. Uno que me gusta mucho es el de Henry miller y Anaïs Nin.

Besos

Anónimo dijo...

Cristian: Cómo me gusta verte por aquí, sobre todo sabiendo de tus recientes obligaciones :-)
Epistolarios... sí, puzzles, hilos con que tejer el tapiz de una historia seductora...
Besos para ti... y para la bella Valentina.

zeta dijo...

Su beso llegò a un puerto, aunque no sè si lo mismo pasò con su recomendaciòn; posiblemente terminò como Ulises en el mar de "veremos"... Suerte.