Es cálido vivir en el desván, dejarse tomar por el polvo y la labor de las arañas. No buscar. Cuando buscamos, terminamos por encontrarnos donde no queríamos, siendo aquello que no debíamos ser. Cuando buscamos, también, preguntamos; demasiado, siempre. Y entonces llegan sus palabras. Como un encaje o una alfombra envenenada. La belleza y lo terrible. La verdad. El resplandor sutil del adivino, del asesino a sueldo.
ARÚSPICES
Un esclavo, tan sólo es un esclavo,
mas todo un rey parece por sus ropas:
todo rito requiere sus disfraces
como el amor requiere sus mentiras.
El recinto está puro, está dispuesto
el improvisado altar, la víctima.
Necesitas respuestas, dar un término
al mañana de un tiempo que no acaba.
Resolver el enigma no es tan fácil:
cuántos años la sangre de su pueblo
derramará el designio de los dioses,
cuál es el signo de la ira, cuál
la llave que clausure el odio, cuál
el hombre que al morir traerá la paz.
Los soldados insomnes, los cadáveres,
aguardan el dictado de las vísceras
espiando las sombras tras las lonas.
Un efebo sumiso trae la daga;
brilla el filo sagrado de su lengua.
Tu mirada sostiene la del ave,
su dolor, qué relámpago de hielo
cuando la hoja avanza por la carne.
Las alas desfallecen, sólo es hígado
el cuerpo que era libre una hora antes.
El arúspice se inclina ante la página:
las entrañas desvelan su poema
y es tu nombre su última palabra.
ARÚSPICES
Un esclavo, tan sólo es un esclavo,
mas todo un rey parece por sus ropas:
todo rito requiere sus disfraces
como el amor requiere sus mentiras.
El recinto está puro, está dispuesto
el improvisado altar, la víctima.
Necesitas respuestas, dar un término
al mañana de un tiempo que no acaba.
Resolver el enigma no es tan fácil:
cuántos años la sangre de su pueblo
derramará el designio de los dioses,
cuál es el signo de la ira, cuál
la llave que clausure el odio, cuál
el hombre que al morir traerá la paz.
Los soldados insomnes, los cadáveres,
aguardan el dictado de las vísceras
espiando las sombras tras las lonas.
Un efebo sumiso trae la daga;
brilla el filo sagrado de su lengua.
Tu mirada sostiene la del ave,
su dolor, qué relámpago de hielo
cuando la hoja avanza por la carne.
Las alas desfallecen, sólo es hígado
el cuerpo que era libre una hora antes.
El arúspice se inclina ante la página:
las entrañas desvelan su poema
y es tu nombre su última palabra.
10 comentarios:
Desgraciadamente perdí parte de mi infancia y mi juventud cuando destruyeron, sin saberlo, el desván de mis abuelos, allí tenía mi primera colección de sellos, los primeros libros que leí, revistas que compré y algunas fotos que ahora me gustaría tener.
Estamos hechos de pérdidas, amigo Luis... Un beso.
...De pérdidas y de hallazgos.
Otro beso.
Bonito poema.
Vivir es ir plegando banderas.
Besos.
Sí, ambos tenéis razón. Los juegos del tiempo. También de la mirada propia. Un beso para los dos.
En resumidas cuentas… cultivemos nuestro jardín, aunque esté lleno de flores tristes y raras que no ven la luz.
Su rendido admirador…
Querida Ana:
¿Cómo confiar en el destino,
si es necesario
desentrañar a cualquier propicia
víctima?
Los disfraces del amor,
y las mentiras de la fe
amarillean en estancias
clausuradas.
Púberes que empuñan cuchillos,
que un día serán garantes
del orden y el poder
establecidos.
Y la lógica de los sacrificios
que no encuentra recusación
que no encuentra satisfacción
alguna.
¿En qué jardín, en qué banquete,
se instruye en esa gramática
visceral?
En el sacrificio acabamos siempre encontrándonos. La fascinación de lo caníbal. Gracias por tu bella intervención, Javier.
amiga Ana:
un verdadero gusto conocer parte
de tu mundo, de tu fuerza interior.
y mejor aún
re conocer en esa sonrisa que tienes
una sonrisa de amiga!!
saludos infinitos
M
Infinitamente bienvenido seas, amigo matlop.
Un beso.
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